La burguesía terrateniente argentina (la llamada oligarquía) echó mano de una representación social imaginaria que se amalgamó, en su emergencia, en el pensamiento señorial-conservador, la significación: Nación. Esta representación, como herramienta simbólica, sistemáticamente fue utilizada para desplazar las significaciones sociales de resistencia anti-capitalista. "Nación" es un "concepto total", una representación que ha agenciado mejor el dominio de clase. Construye un "mensaje", significando la ilusión de un destino "natural", esencial, extra-social, como UNO superior y magisterial al ser siendo del conjunto (múltiple) social.
Pero más interesante que analizar el desarrollo de esta representación en el conjunto del pensamiento conservador es estudiar sus "usos" en lo que se ha denominado el "pensamiento nacional y popular". Muchos intelectuales, adelantándose a lo que Laclau va a llamar "significante vacío", se abocaron a la tarea de "re-significar" esta representación inventando los mitoides hartos conocidos: lo nacional y popular, el "substrato de la patria". Intento de las corrientes "nacional-revolucionarias" por recuperar y re-semantizar determinada representación social; definitoria, dicen, de una singular identidad popular: una especie de hypokeimenon imaginario, "juez" de la praxis política. Un conjunto de representaciones, englobadas en el mitoide "nación", que como dispositivo trascendente significativo, manda, normativiza la praxis social y política; y que se renueva accidentalmente, no esencialmente, de generación en generación (A. Argumedo). Esta ha sido una de las formidables tareas de los intelectuales del peronismo, "capilarizando" hasta la médula a los sectores subalternos de la sociedad argentina; tarea que cumplió, casi acabadamente, para desplazar a las ideas socialistas y libertarias.
P. Bourdieu ha explicado que la sociedad es un campo de fuerzas donde determinadas representaciones otorgan sentido y estabilidad a determinadas relaciones sociales objetivas. Los conflictos emergentes de estas relaciones, por ejemplo los que resultan de la explotación capitalista, son atemperados y desplazados de la agenda de los valores sociales por diversos mitoides que cumplen esa función. Y es esta función la que cumple la representación "nación", verdadero idola baconiano.
Recuperar la autoconstitución desde la inmanencia de lo social, implica agenciar significaciones por fuera de las significaciones trascendentes, tales como "nación"; que instala la agenda de los agenciamientos sociales en un campo dialéctico muy distinto del propiamente autoconstitutivo. Es permanecer en un estado de alienación social, sometidos a una autoimagen que impotencia y distrae de la construcción de un destino inmanente y plural.
miércoles, 8 de julio de 2009
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2 comentarios:
No sé si suscribir a la parte más marxista de tu análisis, pero desde un punto de vista más "nietzscheano" (o sencillamente pragmático), siempre vale la pena preguntarse para qué nos quieren convencer de que somos una "nación". Es raro que esa significación dependa de nosotros (se nos exige que defendamos incluso, y sobre todo, la misma "idea de nación") pero al mismo tiempo se las arregle para ser trascendente a nuestras múltiples y contradictorias contingencias. Y esto lo saben muy bien los que se dedican a mantener en forma ciertos mitos, de ahí su preocupación por monopolizar pancartas y estampitas, los "símbolos del partido", la "memoria de los verdaderos ideales" y cosas por el estilo.
Juan,
siempre, para preparar una "salsa nietzscheana", conviene un poco "sal" marxista. Hace un tiempo estaba convencido de que para ser un buen nietzscheano conviene haber sido antes un buen marxista. Hoy lo vuelvo a pensar, todavía no encuentro muchas objeciones.
Está bueno eso que sugerís: ¿cómo hace eso que es trascendente para sobrevivir a nuestras múltiples y contradictorias contingencias? Tal vez sea esa "alienación" de la autoinstitución de la que habla Castoriadis, habría que pensarlo.
Gracias por compartir.
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