El mitoide "nación" ha atravesado por distintos avatares durante el siglo XX. En principio, la misma conformación del estado (burgués) argentino requirió una representación simbólica que nominara el "destino" de una autoimagen de clase, omnienglobando por coerción y consenso un territorio y una población. Los ideólogos de la oligarquía germinal del siglo XIX se dieron a la tarea de inventar un destino simbólico que posibilitara la afirmación de determinados valores. El proyecto de la "emancipación mental" de los ilustrados positivistas hizo su aporte en la conformación de una idea de nación, enarbolando los ideales liberales y civilizatorios, siempre en el marco de una hegemonía de base terrateniente y oligárquica. La batalla contra-hegemónica del conservadurismo clerical, de raigambre hispanista, contra la hegemonía liberal positivista amalgamó una idea de nación, invocando un substrato heredado tradicional y esencial, como núcleo ético-mítico perenne de lo "argentino".
Estos sectores reaccionarios, conservadores (liberales sólo en lo económico), de raíz católica, llevaron a cabo una enorme tarea pedagógico-política: institutos educativos, inserción en la vida castrense, presión sobre las autoridades de turno; toda una tarea que se plasmó victoriosa en la década del 40 del siglo XX, especialmente a partir del golpe de 1943. El peronismo fue su resultado: el proyecto corporativista social-cristiano con sus singulares ideas de justicia social, paternalismo y patronazgo social, con alguna "pimienta" tercermundista, conformó el entramado de una cultura política, denominada por algunos "intelectuales nacionales": el emergente genuino de la "conciencia nacional"; y fue entendido como la efectuación de la "nación organizada", cuando, en realidad, no era más que la copia de ciertos corporativismos y fascismos europeos. Para más datos el ineludible libro de L Zanatta para entender este proceso de cambio de la cultura política argentina, "Del estado liberal a la nación católica".
Luego, en los 60 y 70 del siglo XX, al calor de las contradicciones de los modelos de bienestar y desarrollistas, de la feróz resistencia conservadora y oligárquica ante las mutaciones de la época, de las contradicciones en el seno del catolicismo y, también, de las contradicciones en el complejo sindical corporativo conformado por el peronismo, fue conformándose una nueva idea de "nación". El mismo mitoide, ahora "recargado" de valores más "clasistas" y más "progresistas". Como estandarte de la "lucha revolucionaria", muy "pagado de sí mismo", como idea original y bien tercermundista, fue la "mística" que alentó a algunos militantes revolucionarios en su lucha contra la derecha conservadora y liberal. Y luego, la tragedia...
Este último nacionalismo (ahora revolú) se autoconsideró la reserva genuina y progresista del espíritu "latinoamericano", el verdadero substrato resistente antiburgués; sin comprender, quienes así lo conciben, que al enarbolar consignas tales como: proyecto nacional, patria grande, etc... no hacen más que jugar con un mitoide ajeno y depotenciador de la autoconstitución popular.
Minar "partisanamente" este mitoide es una de las tareas esenciales del pensamiento libertario. Mal juego se le hará a la autonomía social mientras se siga embretado en una cultura política "pastoril", donde la trama de la construcción social sólo dependa de prevendas, dádivas y patronazgos protectores.
Pero, se prometen otros "capítulos" del devenir de "lo nacional". Vendrán a decir y a querer convencernos de que conviene más la "sombra" del "pino" antes que las enredaderas rizomáticas de las inmanencias autogestivas y singulares.
viernes, 10 de julio de 2009
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