jueves, 13 de agosto de 2009

Fragmento filosófico-político. 6

Este blog es la bitácora de un pensamiento en movimiento, no de un movimiento de ida y vuelta o de atrás para adelante, lo que de por sí implicaría cierta concepción teleológica de la producción teórica. Más bien de ensayo y error, a la espera de la irrupción de posibilidades de vida hoy no entrevistas. Propuesto a liberar, dicho con fatuidad, el pensamiento y la acción de universales absolutos trascendentes, que "colonizan" totalitariamente vastos campos de la filosofía. De allí su pretensión "partisana".
Nos veníamos preguntando (Fragmento filosófico-político. 4 y 5) acerca del impacto de las condiciones económicas en las estrategias de cambio social. Cuestión que el pensamiento marxista y revolucionario se ha planteado en reiteradas oportunidades.
Las preguntas tenían aquí una intención pragmática. Se preguntaba: si la socialización intencional y total de los medios de producción por parte de una hegemonía aceleraba el agenciamiento de una sociedad distinta, con otra acumulación y distribución de la riqueza.
Aunque reconozcamos la capacidad totalizadora del capitalismo (objetiva y subjetiva), aquí intentamos discutir si esta capacidad de totalización económica se puede reproducir en la instauración del socialismo; y si no será incapaz la pragmática leninista de socialización de crear las condiciones subjetivas de aceptación de la nueva sociedad socialista. Incluso evaluar la in-capacidad totalizadora del socialismo en su aspecto subjetivo, y su inefectividad para la transformación revolucionaria.
Un fragmento de la película "Tierra y Libertad" de K. Loach ilustra el problema cuando se guioniza uno de los tantos debates asamblearios sobre el proceso de colectivización de la tierra en la poca discutida Guerra Civil Española (1936-1939). Se dramatizan las preguntas que aquí nos hacemos.
Nos proponemos pensar, para una destrucción ontológica de las totalizaciones idealistas, las posibilidades efectivas de agenciamientos sociales autónomos y la multiplicación de estos en las condiciones de transformación social.
Nos preguntamos: si la estrategia de transformación radical del pensamiento para-estatal no se encuentra colonizada por un monismo binario que tiene por resultado subsumir la iniciativa individual y colectiva. Si esta estrategia no estará inficionada de totalitarismo. Si alcanza para proponer una transformación en los procesos de producción de la subjetividad con la toma del poder estatal (incluso en el mejor de los mundos) por parte una vanguardia "revolucionaria", y si esto no constituye un serio peligro, idealista y burocrático, innecesario y reproductor, al fin y al cabo, de cierta impotencia social. Si la estrategia leninista de esclarecimiento idealista no constituye un dispositivo teórico trascendente contraproducente; y si esto no implica un innecesario dualismo entre el "hacer histórico" y el "conocer histórico".
Algo de esto, si no esto mismo era el tema de Sartre en su "Crítica de la razón dialéctica". El mismo Marx había dado el "giro pragmático" al sujeto revolucionario moderno al decir: "¿Qué es la sociedad, cualquiera sea su forma? El producto de la acción recíproca de los hombres". Nuestro A. Sánchez Vázquez, quien recuperaba esta expresión epistolar de Marx, recordaba el más genuino aporte del materialismo histórico: sólo los hombres hacen su propia historia, y lo hacen intencionalmente e inintencionalmente, quedando afectados, en este último caso, por el desconocimiento de la propia auto-institución social, tal como aportaba C. Castoriadis.
No sólo Sartre, Lukacs y el economista marxista O. Lange lo abordaban, por supuesto, no en el tono que aquí lo hacemos. Era el problema económico de desarrollo de nuestro "Che". No son problemas nuevos.
El pensamiento marxista no burocratizado ensayó sobre estos tópicos varias heterodoxias. Por ejemplo, la "inyección" existencialista que Sartre aplicó al marxismo con la recuperación de la praxis individual para inteligir el movimiento real de la historia develándose en la posibilidad de una razón.
Porque, después del relativismo positivista que en general (en las expresiones menos inteligentes) no se plantea estos problemas por "despacharlos" metafísicos y declararlos una facticidad ineluctable por parte de una praxis colectiva. Luego de la conmoción de la crítica radical de Nietzsche al pensamiento teleológico occidental; luego del demoledor golpe que Heidegger asestó a los "fundacionismos" idealistas y del esclarecimiento que nos hiciera, cuando nos advierte que la pregunta por el ser no es más que la pregunta por el tiempo (historia). Después, o en el vórtice mismo del nihilismo pasivo contemporáneo, no queda más que seguir filosofando.
Es que, seguro, y ya que estamos en clave sartreana, si toda filosofía es antitética de las condiciones de la facticidad de lo práctico-inerte instituido, no queda más que seguir pensando para agenciar la vida.