lunes, 11 de mayo de 2009

Sobre el diálogo filosófico.

La posibilidad de compartir dialógicamente el discurso argumental es propio del lenguaje del científico y del filósofo. Modos del saber que crean espacios de socialización del conocimiento a partir de la necesidad del "asentimiento autónomo". Otros modos del saber, si bien construyen asentimientos aceptados, imperan y se imponen, en general, "gregariamente" a la conciencia. Esto es, actúan por proselitismo y reclamando a la instancia moral subjetiva (el super-yo freudiano) su intransigencia.
En cambio, el saber científico y el filosófico (tal como aquí los proponemos) son tipos de saber que afirman la "posibilidad lógica" de la comunicación. De allí los esfuerzos de la filosofía analítica por encontrar un lenguaje y una pragmática propia pública y universal. El filósofo, el científico, tal como lo vemos, se esfuerza por crear, además de los "contextos" referidos por la tradición epistemológica, un contexto comunicacional de posibilidades, sintácticas, semánticas y pragmáticas. Comunicación que requiere y necesita especialmente de actitudes dialógicas en todo el proceso de pensamiento; porque muchas veces sucede el "imperio gregario y corporativo del método científico", como UNO que "encorseta", en el contexto de descubrimiento, toda experiencia posible; ejemplos sobre estos modos de prácticas teóricas sobran.
Otros modos del saber y ciertos "fideísmos cientificistas" sólo crean un espacio común de creencias como UNO público actuando impositivamente. En este espacio lo magisterial se hace necesario, para cuidar la ortodoxia de la fe corporativa. Esta potencia de lo corporativo se despliega mejor en tiempos de conformación de una hegemonía que construye un instrumento eficaz de disciplinamiento; y "funciona integrando" en tanto que las condiciones de la vida material y de la legitimidad social acompañen el proceso. Así lo hizo la burguesía, durante la "larga marcha" de su revolución, exaltando y otorgándole a la razón (entendida, y aquí está la cuestión, como UN método sea analítico o dialéctico) toda la certeza y el legítimo saber. Y así transcurrió por un tiempo. Sujeto triunfando, su saber triunfando; diferencias integradas o aniquiladas, lo mismo que sus saberes.
Pero en tiempos de disgregación y de fracaso del capitalismo, cuando queda palmariamente visto cómo el impiadoso "dominio técnico-mercantil del mundo" sólo sirve para la acumulación obscena del poder, el saber, hasta ahora legítimo, también comienza a exhibir "bordes" de limitación. No era tan "infinito" y sin fronteras como se pensaba.
En tiempos de "bordes" claros, de supuestos "infinitos" que no son tales, sólo modos singulares hegemónicamente impuestos, de des-cubiertas voluntades de poder subyacentes a toda seriedad científica y filosófica, conviene volver a afirmar la agencia de la hipótesis arriba señalada. Volver a la singularidad de la "comunidad dialógica" inmanente (como el "jardín de Epicuro"), sin trascendencias trasmundanas (sobrenaturales) o aquellas que confunden modos singulares hegemónicos con universales indiscutibles. Volver a una subversión, sólo singularmente ensayada; a la potencia del "conocimiento que comunique"; porque parece claro que en tanto el conocimiento se conciba como un universal trascendente a captar subsumiendo la diferencia de las subjetividades conociendo no habrá comunicación, sólo magisterial ilustración del individuo incorporado al UNO corporativo. Tratando, en fin, de entrelazar redes anti-magisteriales, recuperando el "univocismo desjerarquizado del diálogo".