lunes, 31 de mayo de 2010

A 50 años de la Crítica de la Razón Dialéctica. 1ª Conjetura de lectura.

En 1960, hace 50 años, la editorial francesa Gallimard publicaba el libro de Jean-Paul Sartre, Crítica de la Razón Dialéctica. Tres años después, nuestra editorial Losada hizo lo propio en lengua castellana. La monumental obra intentaba, entre otras cuestiones, dilucidar: ¿Puede la razón (como comprensión de la existencia), con y en el lenguaje, captar, hacer inteligible el sentido alienante de aquellos institutos de control de la praxis social, en tanto totalidades sintéticas de captura (en el caso de que estas existan y atento a cómo existan) de los conjuntos prácticos?
La Crítica de Sartre, más que respuesta acabada, es esbozo y problema de los límites de la reflexión filosófica a la hora de pensar los caminos de la revolución y la transformación social. Sartre sabe, que en la respuesta a la cuestión se juega una noción, una concepción de filosofía. Recupera así, una de las mejores tesis de la filosofía marxiana de la praxis: comprender es hacerse en libertad, inteligir es desobjetualizarse, "curándose" a través de una praxis autoconciente. Y, sabe, que este hacerse transformativo (y comprensivo) es resistente a cualquier captura institucional o idealista de las ideologías racionales y burocráticas imperantes en pleno siglo XX. Enfoca Sartre todos sus "dardos" hacia la filosofía "marxista" que justifica el burocratismo de partido; pura alienación de lo práctico vivo por medio de dispositivos prácticos-inertes trascendentales. En esta alienación de la praxis (burocrática y estatal) la comprensión no se realiza porque el hacerse pierde inmanencia y singularidad autoconstituyente. Por eso Sartre se propone integrar los logros del pensamiento existencialista para la edificación de una racionalidad materialista capaz de hacer inteligible toda la dimensión antropológica de los conjuntos prácticos; racionalidad atenta a las reificaciones que acechan en todo proyecto colectivo.
A modo de homenaje, vaya esta primera conjetura de lectura, revalorizando, por si hiciera falta, a la Crítica de la razón dialéctica como un valioso instrumento de intervención teórica.

lunes, 17 de mayo de 2010

La biopolítica del Bicentenario.

El centenario nos encontró con ley de residencia, represión a las organizaciones obreras, "colonización" terrateniente, entre otras cosas, consolidación de la oligarquía conservadora a través del fraude electoral, del más impune terrorismo de estado y la puesta en marcha de algunos dispositivos biopolíticos modernos, que finalmente completaron el radicalismo y el peronismo gobernante.
Hoy, en el Bicentenario la "clase política argentina" sea conservadora liberal o conservadora populista sigue preocupada por re-legitimar la cultura política tradicional, asentada en la representación corporativa de la partidocracia. Desde la última dictadura la militancia política de los partidos tradicionales transitó erraticamente subordinada a la configuración del poder resultante del orden disciplinario abierto por el "Proceso de Reorganización Nacional". El hartazgo popular y el desprestigio de esta dirigencia política vacilante, posibilista y ajustadora se precipitó cuando al zarpazo apropiador de los recursos de la clase media y al ajuste sin fin de los noventa se sumó a la estrategia destituyente del peronismo en la oposición. Esta des-legitimación se veía abonada por el insurgir de nuevas organizaciones sociales y políticas con lógicas militantes francamente alternativas a la representación político-social tradicional y corporativa. Un incipiente anticapitalismo crecía como emergente de las estrategias de superviviencia de los sectores excluidos por las políticas neoliberales de ajuste.
Urgía "modular el control" de estos fenómenos sociales, para la tarea, cierta dirigencia política (duhaldista-kirchnerista) acertó en restaurar un nuevo populismo "progre", capaz de poner en marcha nuevos dispositivos biopolíticos de contención (y de control) social. El objetivo: domesticar, cooptar y reencauzar la insurgencia de los nuevos movimientos sociales, tornar irrelevante su potencia política. Junto a esto y gracias a las fenomenales ganancias de los agronegocios, implementar retenciones a las exportaciones de granos, que afectan sólo a los medianos y pequeños empresarios agropecuarios, y de este modo estabilizar las cuentas fiscales; dejando que el ajuste lo hagan los formadores de precios que succionan el poder adquisitivo de los trabajadores.
En resumen, el esquema propone: contención salarial, ajuste por el mercado, cierto crecimiento económico que beneficia a determinados grupos económicos, estabilización fiscal y, para subordinar a los nuevos movimientos sociales, depotenciar las nuevas lógicas de empoderamiento y autonomía construidas durante los años 90 e inicios de los primeros años de la década.
Estos nuevos colectivos emergieron como estrategias de superviviencia y de la necesidad de nuevas prácticas políticas ante la farandulización menemista de los 90. Duhalde lo anunció, se necesitaba alguien con fachada "progre" capaz de restaurar los modos tradicionales de la cultura política populista-conservadora para contrarrestar las demandas populares y la insurgencia alternativa de los movimientos sociales.
Kirchner puso manos a la obra, su "país en serio" va a poner en marcha nuevos dispositivos biopolíticos, entre los cuales juegan un rol fundamental los planes sociales, procurando "evitar" el crecimiento de la potencia política de los nuevos movimientos sociales; definiendo, más bien, a la población a partir de sus carencias y no desde sus potencias políticas. Atrapando, cooptando, algunas de esas nuevas potencias y reconduciéndolas al campo práctico del hacer político representativo tradicional. Depotenciando lo nuevo subterráneo que venía insurgiendo desde las estrategias inmanentes y autoconstituyentes de los sectores populares, que con otras prácticas y otras lógicas de construcción políticas, asentadas en lo familiar-comunitario, en la producción de valores de uso, en la desjerarquización y la horizontalidad.
El bicentenario nos encuentra con políticas de estado que tratan de poner en juego algunos resortes biopolíticos para la modulación y el control de lo alternativo, sin conmover los resortes de la estructura de poder existente. Además, se apela a la construcción imaginaria mediática de la simbólica contradicción peronista fundante: el enfrentamiento propagandístico con la oligarquía terrateniente. De ese modo, la estrategia kirchnerista binariza un aparente enfrentamiento con la estructura de poder del país, construyendo el polo del progresismo posible. Al remozar la simbología peronista y actualizarla con ingredientes de la llamada "transversalidad" funda la ofensiva material de los planes sociales paternalistas, lo que produce la estancación de los nuevos movimientos sociales y la relativa contención social. Puro "gatopardismo" que no modifica el poder económico, político y sindical en la Argentina. Habrá que esperar al Tricentenario...