lunes, 17 de mayo de 2010

La biopolítica del Bicentenario.

El centenario nos encontró con ley de residencia, represión a las organizaciones obreras, "colonización" terrateniente, entre otras cosas, consolidación de la oligarquía conservadora a través del fraude electoral, del más impune terrorismo de estado y la puesta en marcha de algunos dispositivos biopolíticos modernos, que finalmente completaron el radicalismo y el peronismo gobernante.
Hoy, en el Bicentenario la "clase política argentina" sea conservadora liberal o conservadora populista sigue preocupada por re-legitimar la cultura política tradicional, asentada en la representación corporativa de la partidocracia. Desde la última dictadura la militancia política de los partidos tradicionales transitó erraticamente subordinada a la configuración del poder resultante del orden disciplinario abierto por el "Proceso de Reorganización Nacional". El hartazgo popular y el desprestigio de esta dirigencia política vacilante, posibilista y ajustadora se precipitó cuando al zarpazo apropiador de los recursos de la clase media y al ajuste sin fin de los noventa se sumó a la estrategia destituyente del peronismo en la oposición. Esta des-legitimación se veía abonada por el insurgir de nuevas organizaciones sociales y políticas con lógicas militantes francamente alternativas a la representación político-social tradicional y corporativa. Un incipiente anticapitalismo crecía como emergente de las estrategias de superviviencia de los sectores excluidos por las políticas neoliberales de ajuste.
Urgía "modular el control" de estos fenómenos sociales, para la tarea, cierta dirigencia política (duhaldista-kirchnerista) acertó en restaurar un nuevo populismo "progre", capaz de poner en marcha nuevos dispositivos biopolíticos de contención (y de control) social. El objetivo: domesticar, cooptar y reencauzar la insurgencia de los nuevos movimientos sociales, tornar irrelevante su potencia política. Junto a esto y gracias a las fenomenales ganancias de los agronegocios, implementar retenciones a las exportaciones de granos, que afectan sólo a los medianos y pequeños empresarios agropecuarios, y de este modo estabilizar las cuentas fiscales; dejando que el ajuste lo hagan los formadores de precios que succionan el poder adquisitivo de los trabajadores.
En resumen, el esquema propone: contención salarial, ajuste por el mercado, cierto crecimiento económico que beneficia a determinados grupos económicos, estabilización fiscal y, para subordinar a los nuevos movimientos sociales, depotenciar las nuevas lógicas de empoderamiento y autonomía construidas durante los años 90 e inicios de los primeros años de la década.
Estos nuevos colectivos emergieron como estrategias de superviviencia y de la necesidad de nuevas prácticas políticas ante la farandulización menemista de los 90. Duhalde lo anunció, se necesitaba alguien con fachada "progre" capaz de restaurar los modos tradicionales de la cultura política populista-conservadora para contrarrestar las demandas populares y la insurgencia alternativa de los movimientos sociales.
Kirchner puso manos a la obra, su "país en serio" va a poner en marcha nuevos dispositivos biopolíticos, entre los cuales juegan un rol fundamental los planes sociales, procurando "evitar" el crecimiento de la potencia política de los nuevos movimientos sociales; definiendo, más bien, a la población a partir de sus carencias y no desde sus potencias políticas. Atrapando, cooptando, algunas de esas nuevas potencias y reconduciéndolas al campo práctico del hacer político representativo tradicional. Depotenciando lo nuevo subterráneo que venía insurgiendo desde las estrategias inmanentes y autoconstituyentes de los sectores populares, que con otras prácticas y otras lógicas de construcción políticas, asentadas en lo familiar-comunitario, en la producción de valores de uso, en la desjerarquización y la horizontalidad.
El bicentenario nos encuentra con políticas de estado que tratan de poner en juego algunos resortes biopolíticos para la modulación y el control de lo alternativo, sin conmover los resortes de la estructura de poder existente. Además, se apela a la construcción imaginaria mediática de la simbólica contradicción peronista fundante: el enfrentamiento propagandístico con la oligarquía terrateniente. De ese modo, la estrategia kirchnerista binariza un aparente enfrentamiento con la estructura de poder del país, construyendo el polo del progresismo posible. Al remozar la simbología peronista y actualizarla con ingredientes de la llamada "transversalidad" funda la ofensiva material de los planes sociales paternalistas, lo que produce la estancación de los nuevos movimientos sociales y la relativa contención social. Puro "gatopardismo" que no modifica el poder económico, político y sindical en la Argentina. Habrá que esperar al Tricentenario...

2 comentarios:

Ren dijo...

“[…]Los sistemas jurídicos, ya se trate de teorías o de los códigos, han permitido una democratización de la soberanía con la construcción de un derecho político articulado sobre la soberanía colectiva, en el momento mismo que esta democratización de la soberanía se fijaba en profundidad mediante los mecanismo de coacción disciplinaria”. Michel Foucault. Microfísica del poder. Ediciones La Pipa. pp 158.
Es así que estoy de acuerdo con usted en parte.
I.-Es verdad que los "dirigentes" tiranos políticos al estilo platónico –bueno, no todos son ilustrados- maquinan con intereses espurios y eso es inaceptable, pero siguiendo su hipótesis del surgimiento de nuevas potencialidades, la multitud debería haber asumido que se dejó pisar de nuevo por un puñado de tiranos y tendría que reforzado sus micropotencias y esto no se ve.
II.-Es verdad que son dos siglos de desigualdades y opresión de las mayorías por los intereses de las minorías que concentran los medios de producción y las tierras y utilizan todos los dispositivos del Estado para defender su propiedad privada sin importarle los otros, desconociéndolos, negándolos y hasta deshumanizándolos. Pero eso es producto de un proceso y por ello no podemos desconocer la situación global en el que estamos inmersos, somos ciudadanos de un mundo inerte globalizado/glozalizado. Siguiendo este razonamiento se deduce que no estaban emergiendo nuevas formas de construcción subalternas, sino que se estaba haciendo “como qué”; fue todo una pose, donde la construcción del acontecimiento fue mediatizado con instrumentos de izquierdas que nos dieron indicios de un rumbo inexistente, de formas emergentes transitivas…
Es así que ni ayer ni hoy se traten de cambiar las cosas, el pueblo argentino esta cómodo gozando la opresión del otro, mientras éste también goza a su manera. Somos todos responsables, ya que todos ejercemos poder de diferentes formas y acá estamos. O nos hacemos cargo de nuestro ser ahí y actuamos en consecuencia o pensemos una proposición negativa como un elemento disyuntivo. Un gusto volver a leerlo. Un abrazo!

Juan Rizzo dijo...

Creo que el comentario de Renzo apunta a cierta dificultad teórica (y prácticas) que inevitablemente encontramos cuando hablamos de "lo subterráneo", "lo potencial", etc. Por supuesto, es difícil decir algo remotamente interesante sin utilizar alguna de esas nociones.
En el fondo creo que es un problema de marcos ontológicos, o metafísico-gnoseológicos. ¿Cómo diferenciar las "auténticas" potencias alternativas emergentes de las "falsas" o "fingidas"? Digo, viene siendo tan poco informativo declarar que "todo fue una pose", como decir que "el sistema" de alguna manera se las arregló para "controlar, reprimir o reencauzar lo alternativo". (Perdón por las paráfrasis inexactas; si exagero o malinterpreto, les aseguro que no es con mala intención).
Me inclino a compartir el espíritu del post, pero también el del comentario de Renzo.
Cuentan que los pirrónicos gustaban utilizar una expresión que podríamos traducir como: "ni tanto ni tan poco". Me caen bien los pirrónicos... ;)
Saludos para ambos (y mis disculpas, también para ambos, si se trata de un comentario irrelevante o poco claro).