Muchas veces en la literatura, lo inefable, lo indecible, aparece como un elemento subjetivo, singular, aparece como la experiencia del lado "oscuro de la vida", lo inconsciente, etc., pero siempre como un ámbito fuera de lo empírico intersubjetivo y material. En "Solaris", la mejor novela de ciencia ficción del polaco Stanislav Lem, lo inclasificable, lo indeterminado, lo epistémicamente problemático, surge ahí presente, palpable, empírico, frente a la ventana de la estación espacial, orbitando el planeta Solaris.
En su novela Lem parece proponernos la siguiente reflexión: ¿Y si alguna vez hallaramos, en el camino de nuestra aventura epistémica, un objeto, real palpable, empíricamente intersubjetivo, al que fuera imposible conocer? La pretensión de la razón ilustrada, técnica-epistémica, entraría en crisis. Es más, la pretensión de cualquier tipo de "razón" que se postule quedaría impugnada, porque Solaris es incluso innombrable, toda hipótesis que sobre él se hace inmediatamente queda reducida a la ficción y a la no-ficción. Solaris es la "otredad epistémica radical". La lógica identitaria, y cualquier lógica humana, es inutil. Solaris es caos e indeterminación, sin embargo es orden y determinación, ¿entonces?
Ese objeto, Solaris, es un planeta esquivo, incluso elude la propia definición de "planeta" ¿Qué es Solaris? Está ahí, se toca, se ve, es material, sin embargo incognoscible. No puede ser definido, escapa a toda satisfacción epistémica.
En uno de los capítulos cruciales, titulado: "Los pensadores", Kris Kelvin, el protagonista, una vez que ha participado en uno de los múltiples experimentos para "forzar", "violentar" y de ese modo "desentrañar" el secreto de Solaris, se dirige a la Biblioteca de la estación y comienza a informarse, una vez más, de los estudios solarísticos (una maravillosa metáfora ficcional de la historia del pensamiento). Encuentra el "Compendio" de Gravinsky, una completa enciclopedia. Dice el protagonista: "..., sumando tantos esfuerzos intelectuales, en todos los campos, uno no podía dejar de pensar que entre esos miles de hipótesis, una al menos tenía que ser justa, y que en todas ellas había sin duda un grano de verdad;" Vale la pena citar otro fragmento: "Esos tres primeros 'periodos de Gravinsky' -treinta y tantos años de seguridad cándida, de romanticismo irresistiblemente optimista- fueron la juventud de la solarística. Un creciente escepticismo anunciaba ya la edad madura..."; y luego la declinación y el fracaso.
¿Es posible una "otredad epistémica" tan radical que incluso eluda a la propia incertidumbre? Porque el objeto está ahí, se configura y se reconfigura; el sujeto también está ahí, pero imposibilitado de contactarse con el objeto. Lem parece sugerirnos: ¿es posible concebir una "exterioridad" que se mueva en una lógica radicalmente distinta de la humana?
La obra de Lem es un ensayo-ficción crítico de los métodos científicos antropomórficos; hace estallar por todos lados la pretensión totalizante de la razón que se propone absoluta. Y parece una advertencia: Ojo, la propia experiencia epistémica humana está sometida al imperio de la "actitud técnica" omniemglobante; que la reduce y le hace creer en la expansión infinita de sus fronteras. Pero, más allá, pero no en el trasmundo, acá, en la propia inmanencia hay cosas incognoscibles, radicalmente otras, y con la tremenda imposibilidad de comunicarse con ellas. Es el "no saber" con el que hay que convivir, tal como "ensayan convivir" los personajes de la novela con sus "visitantes", sus propios sueños materializados por la energía que parece provenir de Solaris.
Lo epistémico es sólo fragmento, es verdad que se recorta como propia, es microepisteme localizada. Nada de pretensión total, por más "método" que se aplique; en cada fragmento insurge la "otredad radical". Reconocer esto es un paso para resistir la violencia y la impetuosidad de la "razón ilustrada".
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1 comentario:
No leí la novela todavía. Pero cuando miré la película me pareció que la "solarística" es una de las mayores genialidades del relato. Si una ciencia se define por su objeto, la solarística es la que estudia a Solaris. Pero si incluso la solarística es incapaz de dar pruebas sobre qué es Solaris y qué hacer con eso(lo que viene siendo su parte más "instrumental", su motivación más "técnica"), nos quedamos sin objeto de investigación, y sin ciencia. Sin embargo, en el relato hay efectivamente algo que se llama "solarística", y todos parece comprender perfectamente de qué se trata. Y así se multiplican esos fantasmas epistemológicos que, como siempre, tienen efectos dolorosamente palpables.
(Perdón por la extensión. Es que está bueno el tema...jajaja)
Saludos.
Juan Rizzo
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