viernes, 16 de enero de 2009

Una voz crítica al populismo argentino.

¿Por qué conviene hoy recordar la figura y las ideas del ilustre ácrata argentino Jacobo Prince (1900-1978)? Dice J. Cimazo en Una voz anarquista en la Argentina: "Nadie como él definió al régimen peronista desde su nacimiento". Por ello, en este fragmento de análisis a la cultura política argentina, recuperar su pensamiento y su lucidez crítica es echar luz al anidamiento totalitario que ha marcado el acontecer social y político argentino.
Hoy, cuando el justicialismo continúa siendo el acontecimiento burgués-clerical que vuelve a intentar ajustarse al proceso abierto a partir de la crisis política del 2001, recuperando la raíz misma del populismo con un tibio esquema de redistribución y de tenue recomposición de cierto aparato productivo transnacional; y cuando este proceso es aceptado, legitimado y sostenido por sectores populares que sacan partido del seguimiento, con el acompañamiento de intelectuales cómplices, conviene decíamos, recordar el pensamiento de J. Prince.
Poniendo en contexto: la razón populista peronista supo sacar provecho a mediados del siglo XX del esquema tremendamente injusto del capitalismo oligárquico y dependiente de la Argentina, diseñado por la generación hegemónica triunfante de fines del siglo XIX. En ese contexto de injusticia y de brutal represión a la resistencia anticapitalista, ciertos sectores burgueses, militares y clericales conformaron, a partir del golpe de 1943, un partido y una recuperación doctrinaria del social cristianismo corporativista, de neto corte populista, personalista y de ribetes marcadamente autoritarios (solo citar la represión que sufrió el anarquismo argentino durante los primeros gobiernos peronistas).
El populismo es un proceder político que capta la posible impotencia de cierta sociedad civil y la "sostiene así" con la asistencia y las prevendas. Entiende al "pastoreo político" como obra social justiciera, y de esa manera conformando un férreo esquema piramidal en donde las organizaciones sociales son disciplinadas para cumplir las metas del líder y del "partido", el "rebaño" popular sostiene y retroalimenta el esquema populista, luchando por su "liberación" cuando en realidad lo hacen por su esclavitud, parafraseando a Spinoza.
Pero: ¿Quién es Prince y qué dice del peronismo? Jacobo Prince fue ácrata desde su juventud; fue expulsado del colegio secundario por contradecir las ideas de un profesor (!!) Vivió en La Plata y como consecuencia de un atentado cuando apenas tenía 24 años sufrió hemiplejia del lado derecho, por lo que tuvo que escribir gran parte de su obra con una sola mano. Infatigable difusor del ideario y la praxis anarquista, tiene un lugar aquí, por su lúcida capacidad para explorar las raíces del pensamiento y el proceder totalitario. Dice su biógrafo, en el libro citado más arriba: "Cuando encaraba la temática del totalitarismo sabía auscultar los más recónditos focos de su estimulación teórica para poner en evidencia las trágicas consecuencias de la máxima concentración del poder en el Estado. Desde los cuadros sombríos de la dominación bolchevique, fascista, nazi o franquista, hasta experiencias argentinas como la del justicialismo." (p.16) Sus escritos ayudan a identificar las fuerzas regresivas y conservadoras, muy particularmente, aquellas que aparecen disfrazadas de "democráticas". Implacable crítico de las tergiversaciones históricas (a la que son muy afectos ciertos intelectuales de izquierda o derecha), de la intelectualidad complice y posibilista, de la desnaturalización del movimiento obrero; le dolía el sacrificio de una juventud alucinada por "revolucionarismos de moda" que, en realidad, favorecían los propósitos de quienes ejercían o aspiraban a ejercer el poder.
Citemos a Prince, su lectura echa luz a la consolidación del "providencialismo político peronista". Vaya una terapia para aquellos que son sus "portadores"; aunque, como decía Nietzsche, de la "hegelianería" nunca uno se cura del todo, del peronismo, otra versión de esa enfermedad, tampoco.
En el Nº65, de junio de 1943, de Acción Libertaria, titulaba, como vaticinio: "Que no se imponga una dictadura definitiva". Decía: "El estallido militar que acaba de llevar al poder,..., como gobierno de facto, a un grupo de militares y marinos no se diferencia, ni siquiera en sus expresiones episódicas, de los tantos golpes similares,... , mediante los cuales los 'pundonoros soldados' se disponen a 'salvar a la patria', apuntalar las instituciones y hacer la felicidad del pueblo, con esa característica mentalidad militarista que considera posible resolver los más complejos problemas políticos, económicos y sociales, dictando severas órdenes y poniendo su ejecución en manos de miembros de la propia casta." Y sigue en sus pronósticos: "Semejante situación no debe cristalizar en el espíritu del pueblo. Hay que desechar las ilusiones simplistas, así como la absurda confianza en el democratismo de los nuevos amos. Estamos simplemente ante un ensayo de dictadura militar que se convertirá en régimen definitivo (peronismo) si no lo impiden las sanas fuerzas populares." ¡Qué claridad!
Dos meses después, en agosto de 1943, en el Nº67 de Acción Libertaria, escribía: "Vinieron primero los gestos teatrales y las frases ampulosas que prometían reparación, justicia y restablecimiento de los derechos y libertades pisoteados... Vinieron las espectaculares medidas de 'saneamiento administrativo'... Vinieron los decretos demagógicos de rebaja de alquileres, fijación de precios máximos, aumento de sueldos, etc., destinados a captar la voluntad de la masa y suscitar la admiración hacia los magnánimos militares, protectores de los pobres. Todo eso denuncia la escuela clásica de la demagogia fascista, cuyo objeto es engañar y si es posible fanatizar a la masa en torno a la figura del dictador providencial que ha de resolver todos los problemas que afligen al pueblo, a condición de que éste renuncie a toda acción propia... y se someta sin reservas a la voluntad de los gobernantes infalibles, salvadores de la Patria." Y prosigue caracterizando el proceder totalitario que "pinta" el horizonte que viene: "Tras la cortina de humo que esa demagogia significa, no tardaron en producirse los actos definidores del gobierno militar. ... Clausura de periódicos. Prohibición de realizar todo acto público de carácter político o gremial. Reglamentación arbitraria de los sindicatos obreros. Prescripción de determinadas ideologías, secuestro de libros y prohibición de su venta. Detenciones y confinamientos bajo la inculpación genérica de 'comunismo'. Intervención de universidades,... alarmante intromisión del clero en la enseñanza. Propaganda clerical y totalitaria por la radio..."
En la próxima entrada veremos la manera en que Prince vislumbra la figura de Perón como emergente del régimen destinado a consolidar el germen del "providencialismo político argentino", salvador de las masas.

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