viernes, 30 de enero de 2009

"Solaris" y la crítica de la actitud técnica-epistémica.

Muchas veces en la literatura, lo inefable, lo indecible, aparece como un elemento subjetivo, singular, aparece como la experiencia del lado "oscuro de la vida", lo inconsciente, etc., pero siempre como un ámbito fuera de lo empírico intersubjetivo y material. En "Solaris", la mejor novela de ciencia ficción del polaco Stanislav Lem, lo inclasificable, lo indeterminado, lo epistémicamente problemático, surge ahí presente, palpable, empírico, frente a la ventana de la estación espacial, orbitando el planeta Solaris.
En su novela Lem parece proponernos la siguiente reflexión: ¿Y si alguna vez hallaramos, en el camino de nuestra aventura epistémica, un objeto, real palpable, empíricamente intersubjetivo, al que fuera imposible conocer? La pretensión de la razón ilustrada, técnica-epistémica, entraría en crisis. Es más, la pretensión de cualquier tipo de "razón" que se postule quedaría impugnada, porque Solaris es incluso innombrable, toda hipótesis que sobre él se hace inmediatamente queda reducida a la ficción y a la no-ficción. Solaris es la "otredad epistémica radical". La lógica identitaria, y cualquier lógica humana, es inutil. Solaris es caos e indeterminación, sin embargo es orden y determinación, ¿entonces?
Ese objeto, Solaris, es un planeta esquivo, incluso elude la propia definición de "planeta" ¿Qué es Solaris? Está ahí, se toca, se ve, es material, sin embargo incognoscible. No puede ser definido, escapa a toda satisfacción epistémica.
En uno de los capítulos cruciales, titulado: "Los pensadores", Kris Kelvin, el protagonista, una vez que ha participado en uno de los múltiples experimentos para "forzar", "violentar" y de ese modo "desentrañar" el secreto de Solaris, se dirige a la Biblioteca de la estación y comienza a informarse, una vez más, de los estudios solarísticos (una maravillosa metáfora ficcional de la historia del pensamiento). Encuentra el "Compendio" de Gravinsky, una completa enciclopedia. Dice el protagonista: "..., sumando tantos esfuerzos intelectuales, en todos los campos, uno no podía dejar de pensar que entre esos miles de hipótesis, una al menos tenía que ser justa, y que en todas ellas había sin duda un grano de verdad;" Vale la pena citar otro fragmento: "Esos tres primeros 'periodos de Gravinsky' -treinta y tantos años de seguridad cándida, de romanticismo irresistiblemente optimista- fueron la juventud de la solarística. Un creciente escepticismo anunciaba ya la edad madura..."; y luego la declinación y el fracaso.
¿Es posible una "otredad epistémica" tan radical que incluso eluda a la propia incertidumbre? Porque el objeto está ahí, se configura y se reconfigura; el sujeto también está ahí, pero imposibilitado de contactarse con el objeto. Lem parece sugerirnos: ¿es posible concebir una "exterioridad" que se mueva en una lógica radicalmente distinta de la humana?
La obra de Lem es un ensayo-ficción crítico de los métodos científicos antropomórficos; hace estallar por todos lados la pretensión totalizante de la razón que se propone absoluta. Y parece una advertencia: Ojo, la propia experiencia epistémica humana está sometida al imperio de la "actitud técnica" omniemglobante; que la reduce y le hace creer en la expansión infinita de sus fronteras. Pero, más allá, pero no en el trasmundo, acá, en la propia inmanencia hay cosas incognoscibles, radicalmente otras, y con la tremenda imposibilidad de comunicarse con ellas. Es el "no saber" con el que hay que convivir, tal como "ensayan convivir" los personajes de la novela con sus "visitantes", sus propios sueños materializados por la energía que parece provenir de Solaris.
Lo epistémico es sólo fragmento, es verdad que se recorta como propia, es microepisteme localizada. Nada de pretensión total, por más "método" que se aplique; en cada fragmento insurge la "otredad radical". Reconocer esto es un paso para resistir la violencia y la impetuosidad de la "razón ilustrada".

miércoles, 21 de enero de 2009

Una voz crítica al populismo argentino.(3)

A Jacobo Prince, como libertario y anarquista, le fue preocupando cómo iba deviniendo la cultura política argentina en aquellos años preparatorios (1943-1945) de lo que la historia llamará el acontecimiento "peronista", y los estragos de lo que el llama "la corruptora demagogia nazifascista". En noviembre de 1944 en el Nº 75 de la revista Acción Libertaria, nuestro ilustre ácrata, se propone desmenuzar la política "nacional y popular"... de lo que se viene. Leamos a Prince y tratemos de reflexionar sobre lo que ha significado el peronismo en la cultura política argentina: "Expresión máxima de la vileza en el orden político como moral, el fascismo tiene necesidad de envilecer a los pueblos, convertirlos en plebe despreciable y abyecta, a fin de que su dominio sobre los mismos pueda tener alguna consistencia... Los caudillejos totalitarios comienzan por adular desvergonzadamente a la masa, se proclaman sus benefactores y le prometen toda clase de bienes. Pero requieren ser adulados perpetuamente, ciegamente obedecidos y exaltados como hombres providenciales... Sólo al precio de tal indignidad han de obtenerse los menguados beneficios que ofrecen al pueblo con alarde de publicidad." Leyendo a Prince vemos ya explicitamente la emergencia de una cultura política que se "funda" en un trascendentalismo de proceder y de articulación social (como en otras entradas del blog hemos expresado); los "mitoides" del peronismo irán apareciendo y anclándose en el corazón de ciertos sectores populares. La estrategia aparece clara y Prince ya en 1944 la señala: "Además, está en pleno desarrollo un vasto plan demagógico corporativista, cuyo objetivo y víctimas son los gremios obreros, plan que cuenta con la colaboración de dirigentes sindicales que actúan de entregadores y que obtienen o esperan obtener, como premio de la traición consumada, un puesto burocrático en la 'acción social' del gobierno. Su misión consiste en arrear como rebaños a centenares o millares de trabajadores ante Perón (recordemos que todavía estamos lejos del 17 de octubre de 1945, un año antes dice esto)"arrearlos" decía, "para pedirles tales o cuales mejoras, implorar su protección y benevolencia y, sobre todo, para expresar una fervorosa adhesión... a la labor realizada..."
Todo esto Prince lo viene señalando antes de la final "captura electoral" por parte de Perón. Una vez que el "movimiento" construye la red social subordinada, conformada por vastos sectores militares, sindicales, clericales y empresariales, y una vez que define su "mitología", se le abre el camino de la historia; pero de una historia "gatopardista", cambiando algo para que nada cambie; de una historia de la subordinación política, hasta el día de hoy muy dificil de superar.
En una reciente entrevista la educadora popular brasileña María Valeria Rezende decía: "Muchas veces en Latinoamérica hubo olas de movilización popular masiva, en general catalizadas por un liderazgo carismático y se han hecho algunas cosas importantes... Pero la permanencia de esas políticas tuvo cierta dificultad, ya que no había un tejido estable de organización, de expresiones diversas, autoconcientes y articuladas con los distintos intereses populares...." (Boletín Nueva Tierra, Nº 178, dic. 2008) Y termina planteando que los líderes sean producto de una "malla social" auténtica, inmanente diríamos aquí, "la punta de lanza de un proceso más amplio, ..., significa que ellos pueden caer, pero la base organizativa real no."
El peronismo es un proceso "al revés", no fue producto de un liderazgo construido desde abajo, sino desde arriba, vertical, que deja como saldo "organizaciones de base" con escasa autonomía, clausas y captadas por un movimiento político particular, hoy convertido en un conjunto de oportunistas del poder, seguidos por el infaltable "rebaño popular".
Conclusión: Observemos, que mucho antes del ascenso real del peronismo al poder ya Jacobo Prince había vislumbrado y pronosticado el devenir del que "eufemísticamente" hemos llamado "populismo argentino". Muy difícil de superar por la compacta cohesión de sus ingredientes: una mitología, que incluso tiene simpatizantes en otros sectores; un proceder político anclado en la vieja tradición judeo-cristiana del "pastoreo político", con todos sus valores; y una organización política enquistada en las organizaciones de base (especialmente los sindicatos), reproduciendo esos procederes y fortaleciendo su propio imaginario político.
Sirva este blog para aportar ideas en vistas a su superación y fuga.

Una voz crítica al populismo argentino.(2)

En los sucesivos números de la histórica revista Acción Libertaria, J. Prince va refiriendo, desde su óptica ácrata, el desarrollo de los acontecimientos que conformaron el proceso de ascenso y consolidación del peronismo en el poder. A Prince, como a nosotros aquí, le interesa rastrear las características propias de una "razón política" populista, que se legitima y justifica en la figura de una trascendencia, sea ésta de un lider, de una determinada "conciencia nacional", de una identidad propia, etc., como anidamiento y encapsulamiento de las organizaciones sociales y populares en un UNO, que en definitiva propone más capitalismo y más heteronomía social. De esa manera la resistencia anticapitalista diversificada es subsumida, a través de la figura Perón y su doctrina corporativa, en un "movimiento político", siempre "enlazando desde arriba". Esa negación de la inmanencia social y política, esa heteronomía social, disciplinante, castradora de la resistencia anticapitalista es lo que a Prince, y a nosotros aquí, preocupa.
Volvamos a Prince y recuperemos algunos fragmentos históricos. En el Nº 72 de la revista mencionada, de noviembre de 1943, Prince dice: "... al referirnos a la nueva táctica de penetración gubernamental en el movimiento obrero, dirigida por el coronel Juan Perón, aludíamos a este personaje como a 'conspicuo representante de la logia de coroneles (GOU) que domina al país'. Posteriormente supimos que el coronel Perón era el jefe máximo de esa entidad oculta... que controla todos los hilos... De ese modo, el país entero está sometido al poder omnímodo de un grupo... No cabe duda de que, de todas las formas de dictadura, ésta, que es ejercida por entidades anónimas, es una de las más peligrosas." Y veamos como analiza Prince lo que titula "Concepción político-social de corte fascista", en el mismo número escribe: "Luego, el coronel Perón manifiesta (en una entrevista) su profesión de fe político-social. Aunque confusa, es suficiente como para saber a qué atenernos. Dice ser 'sindicalista por antonomasia' y, por tanto, 'anticomunista'. No quiere tolerar ningún conflicto social y está dispuesto a eliminar a los agitadores."; terminando la nota, realizando lo que el llama: "Advertencia a quien corresponda", dice: "Queda pues establecido, de un modo indudable, que nos gobierna una organización militar que trabaja en la sombra, cuyo jefe es el coronel Perón. La política social en curso implica la corrupción de ciertos dirigentes, inclinados al colaboracionismo, y la total represión del auténtico movimiento obrero. Los reparos opuestos al capitalismo extranjero forman parte de la terminología ya clásica de la demagogia fascista..."
Un año después, en noviembre de 1944, Prince seguirá analizando la consolidación del régimen corporativista y populista, la "dictadura definitiva", como el señalaba desde los primeros momentos, se va consolidando y se va transformando en el acontecimiento crucial de la cultura política argentina del siglo XX, sólo va a faltar la "captura electoral" para su consolidación definitiva. Dejemosló para la próxima.

viernes, 16 de enero de 2009

Una voz crítica al populismo argentino.

¿Por qué conviene hoy recordar la figura y las ideas del ilustre ácrata argentino Jacobo Prince (1900-1978)? Dice J. Cimazo en Una voz anarquista en la Argentina: "Nadie como él definió al régimen peronista desde su nacimiento". Por ello, en este fragmento de análisis a la cultura política argentina, recuperar su pensamiento y su lucidez crítica es echar luz al anidamiento totalitario que ha marcado el acontecer social y político argentino.
Hoy, cuando el justicialismo continúa siendo el acontecimiento burgués-clerical que vuelve a intentar ajustarse al proceso abierto a partir de la crisis política del 2001, recuperando la raíz misma del populismo con un tibio esquema de redistribución y de tenue recomposición de cierto aparato productivo transnacional; y cuando este proceso es aceptado, legitimado y sostenido por sectores populares que sacan partido del seguimiento, con el acompañamiento de intelectuales cómplices, conviene decíamos, recordar el pensamiento de J. Prince.
Poniendo en contexto: la razón populista peronista supo sacar provecho a mediados del siglo XX del esquema tremendamente injusto del capitalismo oligárquico y dependiente de la Argentina, diseñado por la generación hegemónica triunfante de fines del siglo XIX. En ese contexto de injusticia y de brutal represión a la resistencia anticapitalista, ciertos sectores burgueses, militares y clericales conformaron, a partir del golpe de 1943, un partido y una recuperación doctrinaria del social cristianismo corporativista, de neto corte populista, personalista y de ribetes marcadamente autoritarios (solo citar la represión que sufrió el anarquismo argentino durante los primeros gobiernos peronistas).
El populismo es un proceder político que capta la posible impotencia de cierta sociedad civil y la "sostiene así" con la asistencia y las prevendas. Entiende al "pastoreo político" como obra social justiciera, y de esa manera conformando un férreo esquema piramidal en donde las organizaciones sociales son disciplinadas para cumplir las metas del líder y del "partido", el "rebaño" popular sostiene y retroalimenta el esquema populista, luchando por su "liberación" cuando en realidad lo hacen por su esclavitud, parafraseando a Spinoza.
Pero: ¿Quién es Prince y qué dice del peronismo? Jacobo Prince fue ácrata desde su juventud; fue expulsado del colegio secundario por contradecir las ideas de un profesor (!!) Vivió en La Plata y como consecuencia de un atentado cuando apenas tenía 24 años sufrió hemiplejia del lado derecho, por lo que tuvo que escribir gran parte de su obra con una sola mano. Infatigable difusor del ideario y la praxis anarquista, tiene un lugar aquí, por su lúcida capacidad para explorar las raíces del pensamiento y el proceder totalitario. Dice su biógrafo, en el libro citado más arriba: "Cuando encaraba la temática del totalitarismo sabía auscultar los más recónditos focos de su estimulación teórica para poner en evidencia las trágicas consecuencias de la máxima concentración del poder en el Estado. Desde los cuadros sombríos de la dominación bolchevique, fascista, nazi o franquista, hasta experiencias argentinas como la del justicialismo." (p.16) Sus escritos ayudan a identificar las fuerzas regresivas y conservadoras, muy particularmente, aquellas que aparecen disfrazadas de "democráticas". Implacable crítico de las tergiversaciones históricas (a la que son muy afectos ciertos intelectuales de izquierda o derecha), de la intelectualidad complice y posibilista, de la desnaturalización del movimiento obrero; le dolía el sacrificio de una juventud alucinada por "revolucionarismos de moda" que, en realidad, favorecían los propósitos de quienes ejercían o aspiraban a ejercer el poder.
Citemos a Prince, su lectura echa luz a la consolidación del "providencialismo político peronista". Vaya una terapia para aquellos que son sus "portadores"; aunque, como decía Nietzsche, de la "hegelianería" nunca uno se cura del todo, del peronismo, otra versión de esa enfermedad, tampoco.
En el Nº65, de junio de 1943, de Acción Libertaria, titulaba, como vaticinio: "Que no se imponga una dictadura definitiva". Decía: "El estallido militar que acaba de llevar al poder,..., como gobierno de facto, a un grupo de militares y marinos no se diferencia, ni siquiera en sus expresiones episódicas, de los tantos golpes similares,... , mediante los cuales los 'pundonoros soldados' se disponen a 'salvar a la patria', apuntalar las instituciones y hacer la felicidad del pueblo, con esa característica mentalidad militarista que considera posible resolver los más complejos problemas políticos, económicos y sociales, dictando severas órdenes y poniendo su ejecución en manos de miembros de la propia casta." Y sigue en sus pronósticos: "Semejante situación no debe cristalizar en el espíritu del pueblo. Hay que desechar las ilusiones simplistas, así como la absurda confianza en el democratismo de los nuevos amos. Estamos simplemente ante un ensayo de dictadura militar que se convertirá en régimen definitivo (peronismo) si no lo impiden las sanas fuerzas populares." ¡Qué claridad!
Dos meses después, en agosto de 1943, en el Nº67 de Acción Libertaria, escribía: "Vinieron primero los gestos teatrales y las frases ampulosas que prometían reparación, justicia y restablecimiento de los derechos y libertades pisoteados... Vinieron las espectaculares medidas de 'saneamiento administrativo'... Vinieron los decretos demagógicos de rebaja de alquileres, fijación de precios máximos, aumento de sueldos, etc., destinados a captar la voluntad de la masa y suscitar la admiración hacia los magnánimos militares, protectores de los pobres. Todo eso denuncia la escuela clásica de la demagogia fascista, cuyo objeto es engañar y si es posible fanatizar a la masa en torno a la figura del dictador providencial que ha de resolver todos los problemas que afligen al pueblo, a condición de que éste renuncie a toda acción propia... y se someta sin reservas a la voluntad de los gobernantes infalibles, salvadores de la Patria." Y prosigue caracterizando el proceder totalitario que "pinta" el horizonte que viene: "Tras la cortina de humo que esa demagogia significa, no tardaron en producirse los actos definidores del gobierno militar. ... Clausura de periódicos. Prohibición de realizar todo acto público de carácter político o gremial. Reglamentación arbitraria de los sindicatos obreros. Prescripción de determinadas ideologías, secuestro de libros y prohibición de su venta. Detenciones y confinamientos bajo la inculpación genérica de 'comunismo'. Intervención de universidades,... alarmante intromisión del clero en la enseñanza. Propaganda clerical y totalitaria por la radio..."
En la próxima entrada veremos la manera en que Prince vislumbra la figura de Perón como emergente del régimen destinado a consolidar el germen del "providencialismo político argentino", salvador de las masas.

martes, 13 de enero de 2009

Sociedades heterónomas. (2)

En estos tiempos de crisis de civilización urge asestar un demoledor golpe, teórico y práctico, a la ideología y a los "institutos" por ella legitimados; aquellos que asientan su funcionamiento en el modelo metafísico trascendental, asegurando su "solidez" institucional fundándola, sosteniéndola, en un otro fantástico universal (Dios, el estado, la familia, la identidad, etc...), en un otro infinitamente trascendente.
Mucha pedagogía política insiste en la necesidad del "hecho trascendente" como ineludible y constituye un tópico mil veces enmascarado por la escritura filosófica política. Porque: ¿cómo justificar el poder del UNO si este no viene de "lo alto", de una alteridad trasmundana, libre de las convulsiones propias de la multiplicidad? ¿cómo lograr UNA eticidad realizada (racional), en tanto racionalización efectuada, sin la emergencia de un dispositivo opuesto a la sociedad civil que vuelva sobre ella para "organizarla"? Y confirmar así la presencia de lo Otro en lo otro y en los otros, presencia organizadora, controladora y disciplinadora.
Este orden político transitivo a servido de modelo para legitimar los "institutos trascendentes" y para darle una justificación a los estados modernos. Constituyéndose estos, por necesidad disciplinadora de la acción social burguesa, como modos "del ser político de la impotencia", donde toda intemperie, toda tragedia viene a quedar saldada por la trascendencia política UNA.
La metáfora del órgano y del "pastoreo" sirve para enlazar en heteronomía a la sociedad, barriendo el territorio social para el despliegue omnímodo del mercado capitalista. Creando los "dispositivos tras-" queda mediada la distancia entre lo imperfecto (lo múltiple, lo diferente, lo autónomo) y lo perfecto (el UNO). Estas metáforas imbrincan casi todo el imaginario político moderno. Estos dispositivos tras-, internalizan la "libertad en lo posible", en los espacios de los posibles instituidos. En vez de plurificar lo diverso estos dispositivos tratan de "purificar" lo diverso; el individuo es libre en tanto realice las posibilidades intrasistémicas.
Estas son las consecuencias del "monoteísmo político" occidental, secularización del monoteísmo religioso.

domingo, 4 de enero de 2009

Sociedades heterónomas.

La ontología política de Spinoza, con su "geometría de la inmanencia", pone en jaque la ficción ilusoria de las "comunidades (nacionales)" forjadas, "soldadas y saldadas", por una instancia superior trascendente a ella misma, que vendría a articular y a unir, a poner en comunión a la totalidad de la "conectividad" social.
Esta "ilusión imaginaria" tiene porvenir e incluso el estado (total) político secular moderno se asienta sobre ella, fortaleciendo una tecnología de la individuación fundada en la "metáfora del pastoreo" como nos explicara M. Foucault. Esto es, un individuo disciplinado y convencido que la única alternativa política seria es una instancia superior a él (y a su comunidad de pertenencia) encargada del "cuidado", del "alimento" y del "control", dándole seguridad privada y social. Creando una "razón populista" que exonera la libertad y la potencia de la diferencia, sólo garantizando la acción social capitalista. Para ello la razón política del estado capitalista crea símbolos para encorsetar identidades desplegando algunas (aquellas isomorficas al comportamiento capitalista) y velando (reprimiendo) otras alternativas.
La "instancia superior trascendente" se concibe como un dispositivo que vendría a "unir convenientemente" la intemperie trágica individual. En este mecanismo de producción de subjetividad se juega lo siguiente: trascendentalizar "totalizando" en una instancia maquínica una hegemonía política cultural. Convertir una hegemonía singular (siempre singular, siempre de una voluntad de poder) en un dispositivo total disponiéndose al disciplinamiento individual. Forjando ficciones imaginarias de un lazo social "independiente" a las pasiones diferenciales. Este proceso fuerza a los seres humanos a aceptar la máquina trascendente que algunas sociedades instituyen, velando su esencia, arrojando a los hombres a trabajar por su exclavitud como si fuera por su libertad, parafraseando a Spinoza.
Forzados a vivir en una "falsa comunidad" que se presenta como la más legitima, los hombres y las mujeres son disciplinados para aceptar la "solución" de las máquinas trascendentes; impelidos a legitimar los mecanismos institucionales no-inmanentes (aquellos que no nacen del libre juego de las potencias deseantes). Y así, sólo gana legitimidad y aceptación la potencia "protegida" por el "paraguas" del estado como máquina y dispositivo trascendente.
Este comportamiento es cebado por la promoción y validación moral de una cupiditas servil virtuosa que los seres humanos imaginan ser fuente de fortaleza, cuando en realidad es fuente de su aniquilamiento individual.