martes, 14 de diciembre de 2010

Maquiavelo, gobernabilidades y Villa Soldati.

L. Althusser en La soledad de Maquiavelo destaca una de las innovaciones teóricas del florentino: en una sociedad en transición, en una sociedad en crisis, la construcción de un nuevo estado (nacional) necesita de un nuevo tipo de soberanía, de un nuevo Príncipe, capaz de configurar una nueva gobernabilidad alejada de la vieja gobernabilidad feudal. Aquella sociedad en transición, del feudalismo al capitalismo, exige, lo advertía Maquiavelo, un nuevo estado en condiciones de "congelar" institucionalmente un nuevo tipo de articulación entre la configuración burguesa en ascenso y los gobiernos.
Maquiavelo sabe muy bien, lee Althusser, que el poder no nace del "lenguaje mítico del iusnaturalismo burgués", sino de la fuerza, de la capacidad de consolidar y legitimar socialmente el poder político. Sabe el florentino que la efectiva gobernabilidad del Príncipe va a depender, en el nuevo escenario de movilización de la incipiente revolución burguesa, de la eficiencia de las "técnicas" de control social de las multitudes en movimiento. Sabe, que para asegurar la nueva gobernabilidad del Soberano, el Príncipe necesita legitimar su externalidad institucional con determinadas artes de gestión de lo público. Por eso, los gobiernos, si quieren sostenerse y reproducir el poder, tienen que tener muy en claro cual es el territorio social en el que van a desplegar las técnicas de dominación, pues dos peligros, dice Maquiavelo, lo acechan: caer en la tiranía y el odio popular. Para evitarlos es preciso "enraizar" el poder en el pueblo; es decir, "maquiavélicamente" dicho: articular y atar eficazmente los sectores sociales relevantes con la institucionalidad gobernante. Esta inteligencia en la gestión y en el arte de gobernar poblaciones, reconfigurando la gobernabilidad, se hace más urgente y difícil cuando las sociedades atraviesan lo que A. Gramsci denóminó: crisis orgánica y no crisis políticas. En estas últimas, en las crisis políticas la activación de los mecanismos consolidados bastan para el control, para la reconducción y la disciplina social. En cambio, en épocas de crisis orgánicas, la sociedad (civil) se desconecta y desfasa de la institucionalidad política, lo que trae aparejado una profunda crisis de legitimidad de las instituciones públicas, y en lo social una diversidad de situaciones que se juegan entre la degradación y la creación potente, capaz de desestabilizar, no dialécticamente, sino afirmativamente el sistema; de ahí lo imperioso de activar una nueva gobernabilidad, en tanto se quiera reproducir y consolidar la configuración social establecida; en nuestro caso: la socialización capitalista. Nuevo "maquillaje" de gobernabilidad, nueva institucionalidad, para una misma matriz de valorización y acumulación privada de capital.
En nuestra época se agudiza la crisis orgánica del capitalismo, arrojando a multitudes enteras por fuera de los mecanismos básicos de "integración" de la socialización capitalista. La sociedad capitalista actual profundiza su incapacidad congénita de exclusión social; no tiene capacidad para asegurar a las poblaciones el acceso a las necesidades y a la apropiación de uso básicas. Por eso nos encontramos en una "sociedad en movimiento", en transición, hacia un incierto futuro que sólo la historia venidera dilucidará.
Por lo pronto, nuestros gobernantes parecen entrever la necesidad de activar nuevas formas, nuevas técnicas, para gobernar a las poblaciones. Los nuevos escenarios sociales exigen nuevas gobernabilidades. No alcanza con las técnicas tradicionales de control y represión social. Los mecanismos tradicionales del disciplinamiento están agotados al agotarse el Estado de Bienestar. Mucho de esto entrevió M. Foucault en su curso "Seguridad, territorio, población". Las elites dominantes comienzan a darse cuenta de la necesidad de una nueva manera de atender los desbordes sociales, para contenerlos, reconducirlos y eventualmente reprimirlos. Comienzan a darse cuenta de la necesidad de controlar la movilización social "desde adentro", desde la inmanencia, ya no alcanza con la externalidad de la fuerza disciplinante de los mecanismos tradicionales de contención e inclusión social. Controlando desde su interior a cualquier movimiento, movilización o desborde social para poner en juego elementos de desactivación de toda posible insurgencia antisistémica. Las vías tradicionales de disciplinamiento social, que hacían uso inmediato de la represión a la menor movilización social ya están agotadas y en gran medida han perdido su legitimidad. Para las "viejas" gobernabilidades estatales toda movilización social debía ser reencausada y ordenada, y, en ocasiones, activaba algunas reformas sociales y un reacomodamiento de la crisis política. Hoy, las nuevas gobernabilidades comienzan a advertir que más bien conviene alentar determinados tipos de movilización social, para activar desde dentro elementos de desactivación de gérmenes antisistémicos y activar elementos de una nueva manera de articular los movimientos con el gobierno y el estado.
En los sucesos que vienen abriéndose paso a partir de la toma del "Parque Indoamericano" en Villa Soldati de la ciudad de Buenos Aires, se advierte el tire y afloje, la disputa, el choque, entre estas dos maneras prácticas de entender la gobernabilidad de las poblaciones. Por un lado, el gobierno de M. Macri preocupado en cuidar las formas de la vieja gobernabilidad, porque considera que con esas prácticas puede medrar y obtener legitimidad de la clase media bonaerense. El viejo estilo conservador popular remozado: gobernar eficazmente y reprimir rapidamente toda movilización social desde la externalidad. Ellos saben que nada tienen que ver con los pobres, ni nada quieren tener con ellos, son algo molesto que hay que disciplinar al viejo estilo. Pero falla el macrismo al no advertir que la sociedad cambió.
Mientras tanto el gobierno nacional, que mejor entiende la necesidad de una nueva gobernabilidad, se "frotó las manos", disfrutando de como fracasaba el viejo estilo. Por eso, al principio del conflicto, entregó a la policia federal como fuerza de choque represiva del viejo estilo. Se alejó del conflicto para dejar mal parado al gobierno de M. Macri. Pero, con el correr de las horas, se dio cuenta que el naufragio del viejo estilo también puede salpicarlos a ellos. Pronto se dieron cuenta que era necesario intervenir en la crisis y activar inmediatamente el nuevo estilo de gobernabilidad, actuando articuladamente con la movilización social para reconducirla y desactivar los gérmenes antisistémicos de la misma.
Hasta ahora, los Kirchner han sido eficaces a la hora de poner en marcha la nueva gobernabilidad, veremos si eso alcanza para hacer frente a la feroz crisis orgánica del capitalismo argentino.

1 comentario:

Valentin Ibarra - (acertijo) dijo...

Pensar el presente es una actividad realmente difícil. Quiero decir, en perspectiva todo se acomoda de alguna manera y posible, en un análisis determinado. Pero pensar la política actual y el desmoronamiento de las instituciones, como parte de un plan es a la vez quirúrgico y caótico.

Es claro que (desde el advenimiento del Estado Moderno) las prácticas políticas-sociales son mas o menos similares o desde la lectura de Marx: toda la historia ha sido una lucha de clases - en consecuencia, de la funcionalidad con las sombras económicas y corporativas: hay un sistema de relaciones que se necesitan, unas retraídas (las de gobierno) y otras en despliegue (las económicas-corporativas). En algún punto de la trama: “actores” comparten funciones en uno y otro esquema (que a larga es el mismo).

Al mismo tiempo, en otro plano de la realidad: la clase media (motora) de la sociedad capitalista, se ve influenciada por la repetitividad de “tomas de parques y asentamientos” (que en cada flash informativo es una nueva – singular), y eso sofoca, molesta y se lee desde una dimensión realmente alejada de los entramados del poder.

Entonces, un mismo acto en ejecución está reñido por dos lecturas distintas: las de la política partidaria y la de la sociedad civil.
Es claro que, aquellos que tratamos de tanto en tanto, pensar el ritmo de nuestro tiempo, debemos pararnos en un punto de bisagra entre ambos frentes. Y quizá, si es posible también, hacernos parte aunque mas no sea desde la tarea reflexiva.
Saludos. Lúcida cronica.