miércoles, 8 de octubre de 2008

Justificación y propuesta (2)

Vale ampliar la justificación para entender la propuesta. Bien podría entenderse a la filosofía como el pensamiento crítico que vuelve visible el peligro allí donde la vida común no lo ve, ¿qué peligro? El peligro de la vida componiéndose en la tristeza, cuando la vida es detenida en su impulso creador por los mecanismos de una voluntad de poder total que subsume no sólo la divergencia, sino que pone cada vida a disposición de ese poder. Heidegger calificaría este peligro, en la sociedad occidental contemporánea, como el peligro de la auto-imagen metafísica desplegada en el comportamiento técnico y del mero uso recursivo del mundo. El imperio del “concepto” en desmedro del “percepto” (en el sentido que Levi-Strauss le da) ha depotenciado la polisemia de producción de sentido de la vida; arrojando al “homo capitalista” al supremo objetivo de maximizar los beneficios y los usos de los recursos. Para aquellos renuentes a aceptar los dictados de la acción social hegemónica quedan los “síntomas”, neurosis varias, o en casos, anomias duramente reprimidas por el sistema. Pero hay más en los tentáculos del Uno occidental. El pensamiento total, de genealogía monoteísta, hunde sus raíces en las entrañas mismas del ethos occidental, devenido en los últimos siglos capitalismo depredador y capaz de hacer colapsar la vida misma de los seres humanos y la mayoría del mundo natural en el planeta.

Ante tamaña ocupación del pensamiento del Uno metafísico y de la globalización del comportamiento capitalista el filósofo no puede dejar de producir crítica, de visibilizar el ser fundante y a la vez des-fondante del mundo contemporáneo. Pero adoptando alternativas en su práctica teórica. Si el todo es lo no verdadero como nos enseñaba Adorno, la filosofía debe adoptar la estrategia del fragmento recuperado en su afirmación; sin nostalgias de metáforas totales, inficionadas de una ontología conceptuadora del ser como determinación final. Metáforas que se cuelan en todos lados, incluso en los lugares menos pensados, como en los dispositivos del Estado Moderno. Una “enfermedad mortal” anida en el corazón del Estado que lo condena a sobrevivir subsumiendo omnímodamente el espacio público a través de dispositivos pocos participativos; reproduciendo el “arriba” y el “abajo”, e instituyendo siempre un plano de trascendencia rector, fundado, en el caso del estado moderno, tal como lo propone Hegel, en la eticidad del espíritu absoluto deviniendo desde las mismas entrañas de Dios, del Dios Uno valga la aclaración.

Vemos así que la tarea del filósofo actual implica destruir, como bien vale la mejor traducción del Ser y Tiempo de Heidegger, la ontología del pensamiento heredado. Ardua tarea por la inmensa conquista de la metafísica occidental devenida, con prácticas acompañantes, mundo capitalista, que se ha expandido hasta los rincones más recónditos de la producción de subjetividad, y habita “coloreándolos” en casi todos los dispositivos del Estado moderno. De ahí la recuperación válida de la metáfora del partisano, del maquis, de todos aquellos que luchan por insurgir como vida diferenciada, desplegando sus propios pliegues sin culpas.

1 comentario:

amaranta dijo...

Me parece una reflexión sugestiva y sugerente. Habría que precisar que la insurgencia o los movimientos de resistencia son colectivos políticos siempre orientados a la acción. Y que es precisamente lo que estamos necesitando en la Argentina y el mundo. El capitalismo atraviesa su crisis planetaria, pero, como Proteo, ya encontrará la forma de seguir perturbándonos y sometiéndonos.
Por eso es que se torna imprescindible "habitar políticamente"- parafraseando a Hölderlin-, para apartarnos de la anomia, el desinterés y la no participación.La clave de la transformación del mundo está en nosotros mismos. Desde la cátedra,en las organizaciones, en la calle y donde nos toque actuar, habrá que plantarse éticamente y,como Cicerón, gritar a voz en cuello: ¿Hasta cuándo abusarán de nuestra paciencia?
Saludos resistentes
Beatriz