martes, 21 de octubre de 2008

Gramática académica de mercado.

El pintor y teórico del arte, Jean Dubuffet, nos propone la siguiente reflexión: “La casta dominante, apoyada en sus sabios (que solo aspiran a servirla e incluirse en ella, alimentados de la cultura elaborada por ella para su gloria y devoción), no pretende de ninguna manera, no nos equivoquemos, cuando pone a disposición del pueblo sus castillos, sus museos y sus bibliotecas, que este extraiga de ahí la idea de dedicarse a su vez a la creación. No son escritores ni artista lo que la clase dominante, gracias a su propaganda cultural, se propone crear, son lectores y admiradores.” Consumidores, digamos. Los dispositivos educativos del Estado Capitalista y la propia industria cultural del sistema “educan” para consumir y reproducir el consumo; incluso introyecta inconscientemente este comportamiento en los desempeños académicos aparentemente más insospechados. Los territorios de formación académica tradicionales, incluso aquellos que se presentan como de “excelencia”, subsumen a docentes, investigadores y estudiantes, en una “gramática” de carrera y de solvencia profesional atravesada por patrones de mercado. Para “circular y permanecer” en el ámbito de lo público solo legitima lo que se “compra” como adquisición, en tanto maximice el beneficio del curriculum vitae previamente legitimado. La adquisición de otro tipo de formación por fuera del mercado académico establecido, y por fuera del territorio público, es denegada como un lenguaje no apropiado y no investido de la lógica del “canon” hegemónico. Los curriculum académicos mapean esos trayectos del consumo de cursos, de congresos, coloquios, en los que participan muchos; y que consisten, en general, en explicar remanidamente, obsecuente y tozudamente, lo que otros han dicho y pensado. En donde, en general, abundan tesis escasamente relevantes y afirmaciones de re-interpretación poco originales en el sentido de conocimiento que proponga caminos de ruptura con el estado de cosas. De esta manera el individuo queda atrapado en el territorio de rutas amuralladas a ambas bandas y obligado a avanzar (o retroceder) en la dirección de la lógica y de la acción social académica típica propone. Incluso esta “lógica” de mercado académica desarticula esfuerzos alternativos de gestión de lo público; constituyendo la inercia de lo práctico inerte instituido, resistente a alternativas diferentes. Así circulan y permanecen por los espacios académicos tradicionales los lectores y admiradores, de la propia producción legitimada. Tal como nos lo enseña K. Mannheim, en “Ideología y utopía”, el campo práctico instituido por el capitalismo, sólo habilita ciertas posibilidades cognitivas. Y no solo ello, podríamos decir, también, cierto “temple”, cierto proceder intelectual.

2 comentarios:

Juan Rizzo dijo...

Por suerte (o por épica, sagrada testarudez) tenemos estas voces --como la suya-- de las que (al menos a algunos)nos gusta considerarnos parte.
Felicitaciones por el emprendimiento. Y gracias por ampliar "desde adentro" (o desde "ningún lugar") el espacio compartido del pensar.

Unknown dijo...

No obstante, es difícil situarse fuera de esa lógica de mercado, pues no necesariamente - como vos lo decís - uno tiene que estar en un cargo en la Universidad, para alimentarla y reproducirla. El lector, admirador, consumidor, etc, es el lugar típico que me parece "central" tanto sea para vivificar esa reproducción sistémica del mercado, pero también para combatir, discutir o resistir tales complicados mecanismos de sumisión humana: la instancia de lectura de las "cosas" o asuntos académicos y cotidianos. Pero interpretar que se entienda no como un "acto de la conciencia" únicamente sino como una praxis, un hacer transformador.
Un abrazo
Juan Fraiman