Dijimos, en la entrada anterior, que la "nueva gobernabilidad" actúa "desde dentro" de la movilización social, con el objeto de disciplinar y controlar desde la inmanencia de los acontecimientos para desactivar cualquier germen antisistémico.
El artista REP expresa, tal vez, ese sentido en la siguiente viñeta, publicada horas después de la desocupación disciplinada del predio del Parque Indoamericano de Bs. As.:
La "nueva gobernabilidad", el nuevo arte de gestionar las poblaciones tiene por objeto darle un poco más de "hilo de carretel" al capitalismo. Ahora, la gestión política, le exige a los excluidos, a los trabajadores, disciplina y virtud. "Si quieren vivienda, ni se les ocurra tomar propiedad pública o privada", dicen los funcionarios... Vaya paradoja de un estado "nacional y popular" que legitima con institucionalidad y discursos la ajenidad, la separación entre trabajo y capital. ¡Al pueblo se le recomienda virtud, al capital grata acumulación!! Es decir, en terminos marxiamos: la lisa y llana expropiación de un sector por otro. Y eso es bueno, nos dicen, es "nacional y popular".
Donatien Alphonse François (el Marqués de Sade) reflexiona a través de uno de sus personajes libertinos: "...la virtud es útil a los demás (dicen los sofistas del sistema) y en este sentido es buena, ya que si es dado de no hacer más que el bien a los demás, yo, a mi vez, sólo recibiré el bien. Este razonamiento no es más que un sofisma: por el menguado bien que yo recibo de los demás... hago un millón de sacrificios que no me resarcen en nada. Al recibir menos de lo que doy, hago un mal negocio, soporto mucho más daño de las privaciones originadas por el hecho de ser virtuoso...; como el arreglo no es equitativo, no debo pues someterme a él... Queda ahora el mal que puedo causar a los demás por ser ... vicioso, y el mal que yo a mi vez recibiré si todo el mundo se me parece. Admitiendo una completa circulación de vicios, me arriesgo seguramente; pero la pena experimentada por lo que arriesgo es compensada...; y aquí es donde la igualdad queda restablecida, donde todo el mundo, más o menos, es igualmente feliz, lo que no ocurre, ni podría ocurrir, en una sociedad donde unos son buenos y los otros malos, ..."
Clarito. En una sociedad perversa, injusta, obrar virtuosamente es inequitativo para el que obra bien...
Después vendrán los kantianos, los habermasianos para convencernos de los beneficios de la virtud... revolucionaria..., y a darle letra a los políticos que retroalimentarán el esquema: "disciplina, votos nacionales y populares..., si no botas!!!"
La casa está en orden.
miércoles, 15 de diciembre de 2010
martes, 14 de diciembre de 2010
Maquiavelo, gobernabilidades y Villa Soldati.
L. Althusser en La soledad de Maquiavelo destaca una de las innovaciones teóricas del florentino: en una sociedad en transición, en una sociedad en crisis, la construcción de un nuevo estado (nacional) necesita de un nuevo tipo de soberanía, de un nuevo Príncipe, capaz de configurar una nueva gobernabilidad alejada de la vieja gobernabilidad feudal. Aquella sociedad en transición, del feudalismo al capitalismo, exige, lo advertía Maquiavelo, un nuevo estado en condiciones de "congelar" institucionalmente un nuevo tipo de articulación entre la configuración burguesa en ascenso y los gobiernos.
Maquiavelo sabe muy bien, lee Althusser, que el poder no nace del "lenguaje mítico del iusnaturalismo burgués", sino de la fuerza, de la capacidad de consolidar y legitimar socialmente el poder político. Sabe el florentino que la efectiva gobernabilidad del Príncipe va a depender, en el nuevo escenario de movilización de la incipiente revolución burguesa, de la eficiencia de las "técnicas" de control social de las multitudes en movimiento. Sabe, que para asegurar la nueva gobernabilidad del Soberano, el Príncipe necesita legitimar su externalidad institucional con determinadas artes de gestión de lo público. Por eso, los gobiernos, si quieren sostenerse y reproducir el poder, tienen que tener muy en claro cual es el territorio social en el que van a desplegar las técnicas de dominación, pues dos peligros, dice Maquiavelo, lo acechan: caer en la tiranía y el odio popular. Para evitarlos es preciso "enraizar" el poder en el pueblo; es decir, "maquiavélicamente" dicho: articular y atar eficazmente los sectores sociales relevantes con la institucionalidad gobernante. Esta inteligencia en la gestión y en el arte de gobernar poblaciones, reconfigurando la gobernabilidad, se hace más urgente y difícil cuando las sociedades atraviesan lo que A. Gramsci denóminó: crisis orgánica y no crisis políticas. En estas últimas, en las crisis políticas la activación de los mecanismos consolidados bastan para el control, para la reconducción y la disciplina social. En cambio, en épocas de crisis orgánicas, la sociedad (civil) se desconecta y desfasa de la institucionalidad política, lo que trae aparejado una profunda crisis de legitimidad de las instituciones públicas, y en lo social una diversidad de situaciones que se juegan entre la degradación y la creación potente, capaz de desestabilizar, no dialécticamente, sino afirmativamente el sistema; de ahí lo imperioso de activar una nueva gobernabilidad, en tanto se quiera reproducir y consolidar la configuración social establecida; en nuestro caso: la socialización capitalista. Nuevo "maquillaje" de gobernabilidad, nueva institucionalidad, para una misma matriz de valorización y acumulación privada de capital.
En nuestra época se agudiza la crisis orgánica del capitalismo, arrojando a multitudes enteras por fuera de los mecanismos básicos de "integración" de la socialización capitalista. La sociedad capitalista actual profundiza su incapacidad congénita de exclusión social; no tiene capacidad para asegurar a las poblaciones el acceso a las necesidades y a la apropiación de uso básicas. Por eso nos encontramos en una "sociedad en movimiento", en transición, hacia un incierto futuro que sólo la historia venidera dilucidará.
Por lo pronto, nuestros gobernantes parecen entrever la necesidad de activar nuevas formas, nuevas técnicas, para gobernar a las poblaciones. Los nuevos escenarios sociales exigen nuevas gobernabilidades. No alcanza con las técnicas tradicionales de control y represión social. Los mecanismos tradicionales del disciplinamiento están agotados al agotarse el Estado de Bienestar. Mucho de esto entrevió M. Foucault en su curso "Seguridad, territorio, población". Las elites dominantes comienzan a darse cuenta de la necesidad de una nueva manera de atender los desbordes sociales, para contenerlos, reconducirlos y eventualmente reprimirlos. Comienzan a darse cuenta de la necesidad de controlar la movilización social "desde adentro", desde la inmanencia, ya no alcanza con la externalidad de la fuerza disciplinante de los mecanismos tradicionales de contención e inclusión social. Controlando desde su interior a cualquier movimiento, movilización o desborde social para poner en juego elementos de desactivación de toda posible insurgencia antisistémica. Las vías tradicionales de disciplinamiento social, que hacían uso inmediato de la represión a la menor movilización social ya están agotadas y en gran medida han perdido su legitimidad. Para las "viejas" gobernabilidades estatales toda movilización social debía ser reencausada y ordenada, y, en ocasiones, activaba algunas reformas sociales y un reacomodamiento de la crisis política. Hoy, las nuevas gobernabilidades comienzan a advertir que más bien conviene alentar determinados tipos de movilización social, para activar desde dentro elementos de desactivación de gérmenes antisistémicos y activar elementos de una nueva manera de articular los movimientos con el gobierno y el estado.
En los sucesos que vienen abriéndose paso a partir de la toma del "Parque Indoamericano" en Villa Soldati de la ciudad de Buenos Aires, se advierte el tire y afloje, la disputa, el choque, entre estas dos maneras prácticas de entender la gobernabilidad de las poblaciones. Por un lado, el gobierno de M. Macri preocupado en cuidar las formas de la vieja gobernabilidad, porque considera que con esas prácticas puede medrar y obtener legitimidad de la clase media bonaerense. El viejo estilo conservador popular remozado: gobernar eficazmente y reprimir rapidamente toda movilización social desde la externalidad. Ellos saben que nada tienen que ver con los pobres, ni nada quieren tener con ellos, son algo molesto que hay que disciplinar al viejo estilo. Pero falla el macrismo al no advertir que la sociedad cambió.
Mientras tanto el gobierno nacional, que mejor entiende la necesidad de una nueva gobernabilidad, se "frotó las manos", disfrutando de como fracasaba el viejo estilo. Por eso, al principio del conflicto, entregó a la policia federal como fuerza de choque represiva del viejo estilo. Se alejó del conflicto para dejar mal parado al gobierno de M. Macri. Pero, con el correr de las horas, se dio cuenta que el naufragio del viejo estilo también puede salpicarlos a ellos. Pronto se dieron cuenta que era necesario intervenir en la crisis y activar inmediatamente el nuevo estilo de gobernabilidad, actuando articuladamente con la movilización social para reconducirla y desactivar los gérmenes antisistémicos de la misma.
Hasta ahora, los Kirchner han sido eficaces a la hora de poner en marcha la nueva gobernabilidad, veremos si eso alcanza para hacer frente a la feroz crisis orgánica del capitalismo argentino.
Maquiavelo sabe muy bien, lee Althusser, que el poder no nace del "lenguaje mítico del iusnaturalismo burgués", sino de la fuerza, de la capacidad de consolidar y legitimar socialmente el poder político. Sabe el florentino que la efectiva gobernabilidad del Príncipe va a depender, en el nuevo escenario de movilización de la incipiente revolución burguesa, de la eficiencia de las "técnicas" de control social de las multitudes en movimiento. Sabe, que para asegurar la nueva gobernabilidad del Soberano, el Príncipe necesita legitimar su externalidad institucional con determinadas artes de gestión de lo público. Por eso, los gobiernos, si quieren sostenerse y reproducir el poder, tienen que tener muy en claro cual es el territorio social en el que van a desplegar las técnicas de dominación, pues dos peligros, dice Maquiavelo, lo acechan: caer en la tiranía y el odio popular. Para evitarlos es preciso "enraizar" el poder en el pueblo; es decir, "maquiavélicamente" dicho: articular y atar eficazmente los sectores sociales relevantes con la institucionalidad gobernante. Esta inteligencia en la gestión y en el arte de gobernar poblaciones, reconfigurando la gobernabilidad, se hace más urgente y difícil cuando las sociedades atraviesan lo que A. Gramsci denóminó: crisis orgánica y no crisis políticas. En estas últimas, en las crisis políticas la activación de los mecanismos consolidados bastan para el control, para la reconducción y la disciplina social. En cambio, en épocas de crisis orgánicas, la sociedad (civil) se desconecta y desfasa de la institucionalidad política, lo que trae aparejado una profunda crisis de legitimidad de las instituciones públicas, y en lo social una diversidad de situaciones que se juegan entre la degradación y la creación potente, capaz de desestabilizar, no dialécticamente, sino afirmativamente el sistema; de ahí lo imperioso de activar una nueva gobernabilidad, en tanto se quiera reproducir y consolidar la configuración social establecida; en nuestro caso: la socialización capitalista. Nuevo "maquillaje" de gobernabilidad, nueva institucionalidad, para una misma matriz de valorización y acumulación privada de capital.
En nuestra época se agudiza la crisis orgánica del capitalismo, arrojando a multitudes enteras por fuera de los mecanismos básicos de "integración" de la socialización capitalista. La sociedad capitalista actual profundiza su incapacidad congénita de exclusión social; no tiene capacidad para asegurar a las poblaciones el acceso a las necesidades y a la apropiación de uso básicas. Por eso nos encontramos en una "sociedad en movimiento", en transición, hacia un incierto futuro que sólo la historia venidera dilucidará.
Por lo pronto, nuestros gobernantes parecen entrever la necesidad de activar nuevas formas, nuevas técnicas, para gobernar a las poblaciones. Los nuevos escenarios sociales exigen nuevas gobernabilidades. No alcanza con las técnicas tradicionales de control y represión social. Los mecanismos tradicionales del disciplinamiento están agotados al agotarse el Estado de Bienestar. Mucho de esto entrevió M. Foucault en su curso "Seguridad, territorio, población". Las elites dominantes comienzan a darse cuenta de la necesidad de una nueva manera de atender los desbordes sociales, para contenerlos, reconducirlos y eventualmente reprimirlos. Comienzan a darse cuenta de la necesidad de controlar la movilización social "desde adentro", desde la inmanencia, ya no alcanza con la externalidad de la fuerza disciplinante de los mecanismos tradicionales de contención e inclusión social. Controlando desde su interior a cualquier movimiento, movilización o desborde social para poner en juego elementos de desactivación de toda posible insurgencia antisistémica. Las vías tradicionales de disciplinamiento social, que hacían uso inmediato de la represión a la menor movilización social ya están agotadas y en gran medida han perdido su legitimidad. Para las "viejas" gobernabilidades estatales toda movilización social debía ser reencausada y ordenada, y, en ocasiones, activaba algunas reformas sociales y un reacomodamiento de la crisis política. Hoy, las nuevas gobernabilidades comienzan a advertir que más bien conviene alentar determinados tipos de movilización social, para activar desde dentro elementos de desactivación de gérmenes antisistémicos y activar elementos de una nueva manera de articular los movimientos con el gobierno y el estado.
En los sucesos que vienen abriéndose paso a partir de la toma del "Parque Indoamericano" en Villa Soldati de la ciudad de Buenos Aires, se advierte el tire y afloje, la disputa, el choque, entre estas dos maneras prácticas de entender la gobernabilidad de las poblaciones. Por un lado, el gobierno de M. Macri preocupado en cuidar las formas de la vieja gobernabilidad, porque considera que con esas prácticas puede medrar y obtener legitimidad de la clase media bonaerense. El viejo estilo conservador popular remozado: gobernar eficazmente y reprimir rapidamente toda movilización social desde la externalidad. Ellos saben que nada tienen que ver con los pobres, ni nada quieren tener con ellos, son algo molesto que hay que disciplinar al viejo estilo. Pero falla el macrismo al no advertir que la sociedad cambió.
Mientras tanto el gobierno nacional, que mejor entiende la necesidad de una nueva gobernabilidad, se "frotó las manos", disfrutando de como fracasaba el viejo estilo. Por eso, al principio del conflicto, entregó a la policia federal como fuerza de choque represiva del viejo estilo. Se alejó del conflicto para dejar mal parado al gobierno de M. Macri. Pero, con el correr de las horas, se dio cuenta que el naufragio del viejo estilo también puede salpicarlos a ellos. Pronto se dieron cuenta que era necesario intervenir en la crisis y activar inmediatamente el nuevo estilo de gobernabilidad, actuando articuladamente con la movilización social para reconducirla y desactivar los gérmenes antisistémicos de la misma.
Hasta ahora, los Kirchner han sido eficaces a la hora de poner en marcha la nueva gobernabilidad, veremos si eso alcanza para hacer frente a la feroz crisis orgánica del capitalismo argentino.
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