Donatien Alphonse François comienza su libertino "Justine":
"La obra maestra de la filosofía consistiría en desarrollar los medios que la Providencia emplea para lograr los fines que se propone respecto al hombre, y, después, trazar algunos planes de conducta que pudieran dar a conocer a este desgraciado individuo bípedo la forma en que debe andar por la ruta espinosa de la vida, a fin de evitar los raros caprichos de esa fatalidad a la que se da veinte nombres diferentes, aunque todavía no se ha logrado conocerla ni definirla."
Sabroso texto, con muchos condimentos, mucha symploké para tirar hilos semióticos.
Los esencialistas "realistas", los idealistas del sujeto, los materialistas idealistas (valga el oxímoron) recargados de teodicea se proponen entender los "caprichos de la fatalidad" para relatar la esperanza y los "fines de la Providencia". Dicen tener como aliados las "leyes" de la historia. ¿Cómo? De diversas maneras se proponen la construcción de una razón, como facultad de captación de las esencias o, mejor, como facultad trascendental. El saber sabio universal para legitimar determinados "cosmos sociales" en tanto el devenir de las pulsiones vitales queden subsumidas en un deber-ser trascendente develado.
Se preocupan por develar una physis universal, una naturaleza antropo-ontológica que eche pistas para forjar valores "auténticos", no para reconciliarse con "la ruta espinosa (y trágica) de la vida", sino, todo lo contrario, más bien reconducirla, borrando su inmanencia necesaria, cartografiando en un plano trascendente superpuesto los relatos universales (abstractos) del deber-ser.
En esa línea, ciertos pensadores de "cabotaje", sin salirse de las costas señaladas, dicen navegar por otras orillas, pero nos engañan. Ciertas corrientes del historicismo "nacional" (symploké paradigmática de las cabezas nac&pop, hoy nak&pop) siguen dándole vueltas a los mitoides "providenciales" de "nuestro destino", en vista de diseñar algunos "planes de conducta". En esa tarea se sienten maestros de filosofía.
Los más, echan mano de Hegel o de Heidegger con usos específicos. Para su "cajita de herramientas" de legitimación de determinadas prácticas y valores de tribu, recepcionan la historización o temporalización del ser que aquellos filósofos hacen.
¿Para qué? Recordemos, para evitar los "raros caprichos de esa fatalidad..." Y ¿por qué Hegel, por qué Heidegger?
Porque a uno (Hegel), le urge que la fatalidad de la "substancia" devenga "sujeto histórico" develado, situado y objetivado en instituiciones-dispositivos para la construcción del ordén ético del Estado; que lo inmovil se ponga en marcha racionalizándose(!?), siempre y cuando la marcha esté comandada por la autonomía de lo ético y político "racional", develado por las rumflas y vanguardias de turno. Al otro (Heidegger) le preocupa recuperar la localidad histórica de la substancia popular, como auténtica esencialidad identitaria; sin advertir que cualquier localización identitaria es producto de las "máquinas sociales y culturales" que las crean. Ser-en-un-mundo inintencionalmente, es mejor, pero si se cae, recuperar la inintencionalidad de la Historia Tradicional, ese núcleo ético-mítico amenazado por, como dijo un coprolítico ministro de la dictadura militar, los que "piensan en exceso" en otros mundos.
En los dos, late un "espíritu de captura"; en uno el sujeto develado racionaliza (y captura) su historia y la hace la Historia (capturada); en el otro, recuperar las tradiciones (de captura) para forjar lo auténticamente Na(z)ional.
Los dos quieren re-ligar desde una trascendencia, para ellos será "La" trascendencia por fin develada.
Uno reconciliándonos con el saber absoluto (del "Imperio del derecho..."??). El otro con la develación de lo "auténtico" e "inintencional" de las tradiciones.
Los mitoides del "mundo" como totalidad inintencional, re-ligante, forjador de esperanzas y quimeras. La ilusión de un destino, de un pueblo, de una nación, de una vanguardia. ¿Placebos contrahegemónicos de los kairós de la multitudo.
Siempre, en los dos, la historia como MUNDO, como trama apolínea prefigurada por filosofemas de legitimación y por los dispositivos biopolíticos; siempre advirtiéndonos del peligro de caer y extraviarnos en una dialéctica sin reconciliación o en una ruptura con los valores dominantes, el peligro de la deserción...
Justine, ¡Date cuenta!, diría Sade, dejá de embrollarte con aquellos que construyen "metáforas de mundos" sin advertir su caracter imaginario, o mejor, tribal, en general, para justificar las virtudes prescriptas por las rumflas dominantes. Abandoná las Providencias teleológicas trascendentes. Tu hermana tiene razón: una buena dosis de caos puede reabrir otros cosmos...
martes, 23 de marzo de 2010
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5 comentarios:
José Luis, es reiterado mi andar pensando en este / estos asuntos de la desmitificación del mundo, de sus condimentos y andamiajes tribales, unificantes y rituales.
Quiero decir: por lo general intento desprenderme y ser-me verdaderamente crítico reflexivo (ando en esa senda desde hace algunos años), pero lo difícil de salirse es la pertenencia a la tradición que hemos heredado – acá ya no hablo de casos particulares, sino que hablo del pertenecer general de la sociedad (a si misma) a estos sistemas semióticos tradicionales.
Hemos nacido y crecido como productos de generaciones anteriores, y aunque la meta misión sea salirnos es un espinado camino a transitar (a ese camino transitándose lo definimos como nuestra historia (¿?)), la revolución cultural que empieza por uno mismo es compleja.
A decir este comentario no va a ninguna parte, pero es otro alto reflexivo acerca del tema. Saludos.
José Luis:
Estoy de acuerdo. Pero, personalmente, me parece que el problema es cómo darle otra vuelta de tuerca a la rebelión sadeana. Nietzsche, creo, propone experimentar. Espera sin esperanza una raza de seres más elevados que nosotros, capaces de crear y poner a prueba mitos 'más grandes', más arriesgados, nacidos de los atávicos miedos tribales pero destinados a alejarse para siempre de ellos. Claro, eso es esperar demasiado. Pero ésa es justamente la idea. Entiende, cínicamente, que nosotros los hombres ya no estamos para esos trotes...
Entre las providencias trascendentes y las paradojas de los superhombres, por ahí la respuesta es tomarse otro mate y recitar la vieja oración de los auténticos filósofos: "Vaya usté a saber... que yo voy yendo por mi lado..."
Digo, por decir algo, la verdad que lo más probable es que no haya entendido de qué se trata este post. Igual quería dejar constancia de que pasé, y que hice el intento.
Un abrazo,
Juan Rizzo
Valentín, es cierto lo que decís, es dificil salirse del camino... Sucede que los territorios de las prácticas y de las formas de pensar están ocupados-capturados por filosofemas ideológicos y utópicos. Por eso se me ocurrió llamar al blog filosofía partisana, porque andamos por ahí en la selva capturada resistiendo mitoides.
Juan, sólo un comentario: ud. ha entendido muy bien, y, tal vez, entre mate y mate aparezcan nuevos filosofemas sin teodiceas ni falsas esperanzas.
pienso que...Hoy muchos posan una grata resistencia de una supuesta fuga, gozando la opresión del Otro. Es así que no sólo goza quien renuncia a sus pulsiones por el imperativo categórico, sino que ahora también goza el oprimido al sostener “su lucha que reivindica su pathos (πάθος)” –su pugna localizada, que sostiene una utopía- donde “el verdugo” debe cumplir con su mandato para generar el placer del oprimido al sostener un logos (λογοζ). (quizás no)
José Luis: te recomiendo un post de Renzo, que también reflexiona sobre la rebelión sadeana y los límites entre víctima y verdugo, entre la ley y la marginalidad, etc.
Me pareció que te podía interesar.
La dirección es: http://profaneando.blogspot.com/2010/03/lejos-de-chareton-sujetos-fugadamente.html
Saludos
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