jueves, 25 de marzo de 2010

Fragmento filosófico-político 7.

Los coprófagos del ideario esencialista e idealista gustan predicar la pasividad subordinada, más acorde, dicen, a la perfección del deber-ser moral y político, definen la potencia por el acto-sido y producido, lo ya dado es lo esencial superyoico como deber ser auténtico. Cualquier disrupción es desnaturalización. Se trata de habitar en UN territorio, se trata de reivindicar UNA identidad como núcleo ético-mítico.
Contrario y opuesto ontológicamente se propone el pensamiento libertario moderno. Va a afirmar la potencia del ser en tanto acción "del porvenir". La libertad, antes que anomalía, será entendida como empresa constituyente. Hasta aquí muy burguesa la cosa... Después vendrá la crítica anti-burguesa al afirmar que "la potencia del capital" tiene como fuente el antagonismo de clase y la subsunción del trabajo vivo.
Sin embargo, cierto pensamiento político moderno, arrastrando metáforas pastoriles, detritos de la pasividad, quedan anclados en un universalismo abstracto, depotenciando la auto-constitución de la sociedad civil en la justificación de la autonomía de la política. Cosa que se expresa de diversas maneras: vanguardias iluminadas o representaciones populistas de turno, por ejemplo.
El pensamiento libertario invita a la potencia intencional de los individuos y de los colectivos sin subordinaciones trascendentales.
Al contrario, cuando la constitución política es altamente inintencional se abre "la cancha" para las ficciones totales, para que elites o mafias populistas se encaramen como depositarios de las potencias que alienan.
Claro, el problema teórico-práctico aparece solo: ¿Cómo intencionalizar la constitución política en el contexto de una sociedad de masas acostumbrada a las metáforas pastoriles? La línea de los filósofos italianos contemporáneos nos ayudan a pensar la cuestión (Virno, Negri, etc...)
Pero la cosa no es tan sencilla de resolver en una sociedad como la Argentina que se debate (y no en términos deliberativos) entre algunos "incluidos", gracias a los restos del desarrollismo populista, los "excluidos" que resisten y los "excluidos" capturados por el sistema clientelar del populismo de turno. Este contexto invita más al fragmento que a la articulación...

martes, 23 de marzo de 2010

Justine y los virtuosos del ser.

Donatien Alphonse François comienza su libertino "Justine":
"La obra maestra de la filosofía consistiría en desarrollar los medios que la Providencia emplea para lograr los fines que se propone respecto al hombre, y, después, trazar algunos planes de conducta que pudieran dar a conocer a este desgraciado individuo bípedo la forma en que debe andar por la ruta espinosa de la vida, a fin de evitar los raros caprichos de esa fatalidad a la que se da veinte nombres diferentes, aunque todavía no se ha logrado conocerla ni definirla."
Sabroso texto, con muchos condimentos, mucha symploké para tirar hilos semióticos.
Los esencialistas "realistas", los idealistas del sujeto, los materialistas idealistas (valga el oxímoron) recargados de teodicea se proponen entender los "caprichos de la fatalidad" para relatar la esperanza y los "fines de la Providencia". Dicen tener como aliados las "leyes" de la historia. ¿Cómo? De diversas maneras se proponen la construcción de una razón, como facultad de captación de las esencias o, mejor, como facultad trascendental. El saber sabio universal para legitimar determinados "cosmos sociales" en tanto el devenir de las pulsiones vitales queden subsumidas en un deber-ser trascendente develado.
Se preocupan por develar una physis universal, una naturaleza antropo-ontológica que eche pistas para forjar valores "auténticos", no para reconciliarse con "la ruta espinosa (y trágica) de la vida", sino, todo lo contrario, más bien reconducirla, borrando su inmanencia necesaria, cartografiando en un plano trascendente superpuesto los relatos universales (abstractos) del deber-ser.
En esa línea, ciertos pensadores de "cabotaje", sin salirse de las costas señaladas, dicen navegar por otras orillas, pero nos engañan. Ciertas corrientes del historicismo "nacional" (symploké paradigmática de las cabezas nac&pop, hoy nak&pop) siguen dándole vueltas a los mitoides "providenciales" de "nuestro destino", en vista de diseñar algunos "planes de conducta". En esa tarea se sienten maestros de filosofía.
Los más, echan mano de Hegel o de Heidegger con usos específicos. Para su "cajita de herramientas" de legitimación de determinadas prácticas y valores de tribu, recepcionan la historización o temporalización del ser que aquellos filósofos hacen.
¿Para qué? Recordemos, para evitar los "raros caprichos de esa fatalidad..." Y ¿por qué Hegel, por qué Heidegger?
Porque a uno (Hegel), le urge que la fatalidad de la "substancia" devenga "sujeto histórico" develado, situado y objetivado en instituiciones-dispositivos para la construcción del ordén ético del Estado; que lo inmovil se ponga en marcha racionalizándose(!?), siempre y cuando la marcha esté comandada por la autonomía de lo ético y político "racional", develado por las rumflas y vanguardias de turno. Al otro (Heidegger) le preocupa recuperar la localidad histórica de la substancia popular, como auténtica esencialidad identitaria; sin advertir que cualquier localización identitaria es producto de las "máquinas sociales y culturales" que las crean. Ser-en-un-mundo inintencionalmente, es mejor, pero si se cae, recuperar la inintencionalidad de la Historia Tradicional, ese núcleo ético-mítico amenazado por, como dijo un coprolítico ministro de la dictadura militar, los que "piensan en exceso" en otros mundos.
En los dos, late un "espíritu de captura"; en uno el sujeto develado racionaliza (y captura) su historia y la hace la Historia (capturada); en el otro, recuperar las tradiciones (de captura) para forjar lo auténticamente Na(z)ional.
Los dos quieren re-ligar desde una trascendencia, para ellos será "La" trascendencia por fin develada.
Uno reconciliándonos con el saber absoluto (del "Imperio del derecho..."??). El otro con la develación de lo "auténtico" e "inintencional" de las tradiciones.
Los mitoides del "mundo" como totalidad inintencional, re-ligante, forjador de esperanzas y quimeras. La ilusión de un destino, de un pueblo, de una nación, de una vanguardia. ¿Placebos contrahegemónicos de los kairós de la multitudo.
Siempre, en los dos, la historia como MUNDO, como trama apolínea prefigurada por filosofemas de legitimación y por los dispositivos biopolíticos; siempre advirtiéndonos del peligro de caer y extraviarnos en una dialéctica sin reconciliación o en una ruptura con los valores dominantes, el peligro de la deserción...
Justine, ¡Date cuenta!, diría Sade, dejá de embrollarte con aquellos que construyen "metáforas de mundos" sin advertir su caracter imaginario, o mejor, tribal, en general, para justificar las virtudes prescriptas por las rumflas dominantes. Abandoná las Providencias teleológicas trascendentes. Tu hermana tiene razón: una buena dosis de caos puede reabrir otros cosmos...